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No me creo a los que decían preferir el triunfo de Croacia antes que la selección en la Eurocopa. Tampoco a los entran en los foros digitales y dicen que «los ‘fatxis’ creéis que la selección española va a ganar la Eurocopa». Como tampoco me creí cuando, en 2008, el lehendakari afirmó, antes de la semifinal entre Rusia y España que, como Euskadi no jugaba, él iba con Rusia. No me creo que una institución seria, como el Club Atlético Osasuna, animase a Croacia frente a España porque su delantero Budimir jugaba en el equipo de los Balcanes. En un foro digital de un medio, como diría un pseudosocialista, escribía un tal Fructuoso ante otros comentarios positivos sobre el juego de los seleccionados por Luis de la Fuente: «Jajaja, los ‘fatxis’ ya piensan que van a ganar la Eurocopa». No puedo creer que haya cerebros normales que identifiquen a un fan de la selección con ultraderechistas o extremistas reprimidos. Pero no descarto que aún queden torpes para quienes La Roja sea igual a extrema derecha. Aunque, como sentenció el maestro: «Hay gente ‘pa’tó».

Tampoco doy crédito a los que señalaban a Gerard Piqué porque aseguran que hacía el gesto de la peineta mientras sonaba el himno, enlazado por los hombros con sus compañeros seleccionados. Ni pienso que Pep Guardiola en las 47 ocasiones que jugó con España lo hiciera por fuerza mayor. No lo creo. La realidad es, que yo sepa, que ningún jugador por muy nacionalista vasco o catalán que fuera, se haya negado a ser convocado por el seleccionador de turno. Con una excepción. En 2005, Oleguer Presas dijo no. «No me sentía representado, ni vinculado emocionalmente. La selección española me genera rechazo», afirmó. Otros fans del postureo se hacen trampas al solitario y para no mentar la bicha se autoconvencen de que la selección española es sólo La Roja, la selección (del Estado); una familia que juega al fútbol, un grupo de deportistas que solo se representan a sí mismos o, como mucho, a su pueblo, a su club o a su comunidad. Y así salvar los muebles patrióticos. Lo que sí me creo es que por razones políticas, ideológicas o sentimentales, la identificación popular pone por encima de la selección nacional al club de su pueblo, juegue con foráneos o con autóctonos. Eso sí. Cuando la selección española va mal miran para otro lado como si fueran suecos. Pero si va bien se suben al caballo ganador.

Todo postureo. No como Kylian Mbappé que ha sido justo lo contrario. Su amigo Macron le ha convencido de que anime a sus fans a votar contra la ultraderecha y la ultraizquierda. Será discutible, pero ha sido valiente. Sin cinismos, sin postureos, sin doble moral. No como otros.

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