Diario de León
Publicado por
CORNADA DE LOBO
GARCÍA TRAPIELLO

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Es muy de celebrar que el título de Leonés del Año fuera esta vez a unas manos que hablan , manos que lo hacen en una lengua limpia y clara que entiende el viejo y la niña, el turco o la portuguesa sin tener que esforzarse ni fruncir el entrecejo del conspicuo, lengua universal de manos que esculpen, tallan, modelan, crean, dibujan al hombre, animan sueños o pesadillas, dignifican la tragedia... manos de Amancio González , comadrona de azuela y gubia que hace parir a un viejo tronco el hombre quimera que escondía en su albura o a una trucha enorme que remontaba ahí su río de madera... o suelda hierros nimios y ferrallas hasta ponerlos en figura y comunión para lanzar a los cuatro vientos su noticia silenciosa, su mensaje, su grito mudo... porque toda la obra de Amancio lleva mensaje, pues amén de hablar, esas manos escriben sin escribir; sólo el título de la obra le pedirá al final dos o tres palabras... y que sea el espectador quien escriba las suposiciones y la opinión, allá él, porque tarea tiene ahí y porque a nadie deja indiferente la obra de este escultor paisano. Unos se prendan o se deslumbran de primeras, a casi todos sorprende o impacta, a otros les inquieta y sólo los inocentes descubren su ingravidez sólida y el timbre de la intención. También hay energúmenos que se agitan y anochecen si la escultura dice que el perdón no puede ser además olvido, esos nietos de la madrugada «paseada» que quieren curar con pintura las heridas o cegar su voz esculpida que les llega rotunda y delatora; y hasta las manos de hablar del mensajero si pudieran le cortarían. Valiente Amancio, sincero, comprometido con su tiempo y su sitio y huyendo, por autodidacta, de toda jactacia, aunque su obra colme plazas, rotondas, rinconadas, puertos, montes, galerías, colecciones, palacios, tiendas de souvenirs, fotos privadas, jardines, ciudades de allá de los mares, museos de aquí, salas de lejos... Amancio llama a mirada. Y por ser un gran tipo, a todos cae bien; sólo el que envidia su libertad rechinará el diente... y es nadie. Y es que la bondad inspira a sus manos.

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