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CUERPO A TIERRA.   Antonio Manilla

Campana de los perdidos

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L o hacían en la ermita soriana de Oncala, como nos relata Avelino Hernández en «La Sierra del Alba», cuando la cellisca ocultaba los caminos al viajero, pero también en la de Santa María de Arbas cuando los cierzos de la noche confundían a los caminantes desprevenidos en los alrededores del puerto de Pajares. Los monjes ponían a sonar la «campana de los perdidos» para que su tañido orientara sus pasos hacia refugio, a salvo de las fieras y los peligros de la oscuridad y los relentes. En las aldeas entre cordilleras, próximas a colladas y despeñaderos, las noches de tempestad se dejaba encendida una vela en un ventano a modo de coordenada o faro para esos mismos andares por senderos extraviados.

Una luz en medio de la noche o una campana de los perdidos piensa uno que nos vendría bien en estos tiempos polarizados en que los modos de portazo, no coger el teléfono y arrojarse mugre unos a otros parecen ser la única manera que tienen de relacionarse los partidos mayoritarios, que con su cerrazón al diálogo están llevando el país a ser gobernado por ideologías minoritarias y, lo que es peor, insolidarias y egoístas. Se trata de una irresponsabilidad compartida, aunque mayor en el caso de quien tiene el toro del gobierno por los cuernos. Aquí, allí y acullá. Están marcando demasiadas pautas, opinamos muchos, políticos a los que han votado pocos. Son las cosas del sufragio universal, se me dirá; con razón; pero también se supone que uno se arrima a la «res pública» en aras del bien común más que con la intención de perpetuarse en el poder a cualquier coste.

La campana de los perdidos está sonando desde hace un año para los partidos a los que han votado dieciséis millones de españoles en las últimas generales. Esos que tienen, juntos, 258 de los 350 escaños del Congreso. Uno firmó ante notario hace más de veinte años no realizar alianzas de gobierno con el otro bajo ningún concepto, pero en Europa pacta y va de su mano sin vergüenza ni sonrojo ninguno. No parece muy serio, ni tan siquiera para un gobernante tan poliédrico como Sánchez, seguir invocando aquella componenda del Tinell cuando después se va en coalición y se negocia una política común con el PP europeo. Lo acuerdos que valen en Bruselas, ¿se estropean, como la sidra en Pajares, al pasar los Pirineos?