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H ace unos días murió Françoise Hardy, una chica fantástica. Tenía 80 años y la minó hasta el final un largo cáncer (fue una activa defensora del derecho a la eutanasia). Pero las mujeres que hemos adorado toda la vida nunca son ancianas para nosotros. Aunque las marchite la humillación de la vejez y el estrago de la enfermedad, quedan suspendidas para nuestro imaginario en una misericordia atemporal y salvífica. Françoise era una chica bella y luminosa como las del cine de Éric Rohmer, que encienden la pantalla. Fue más famosa como cantautora ( Tous les garçons et les filles fue un himno generacional en 1962, a sus 18 años) que como actriz. Su filmografía, de hecho, carece de títulos memorables, pero poco importa para la huella de su recuerdo.

Y la semana pasada se ha ido, a la provecta edad de 92 años, Anouk Aimée, otra chica maravillosa, también francesa. Si la belleza de Françoise era sinónimo de frescura y juventud, la de Anouk era profunda, exótica, de una elegancia despampanante (me gusta ese adjetivo de aparatosidad trasnochada). Me resultaba de un atractivo arrebatador; una de esas mujeres que te fascina observar cómo se mueven o permanecen, miran y hablan. Anouk Aimée sí ha dejado para esa bitácora a salvo del tiempo películas destacables. Desde luego la identificamos con la historia de amor compartida con Jean-Louis Trintignant de ‘Un hombre y una mujer’ (1966), personajes que el director retomó en dos ocasiones más, en la madurez y la senectud de la pareja. Pero esas películas eran de Claude Lelouch, que me parece blando y cursi.

La noticia de su muerte casi ha coincidido con que el otro día fantaseé, escribí sobre ello en un retoque de novela y lo hablé con un amigo, que Anouk Aimée podría haber sido la pareja de Trintignant en la conmovedora y dura ‘Amor’ (2012), de Haneke. Quizá se barajó y Anouk ya se había retirado. Emmanuelle Riva estaba perfecta, pero Anouk habría sido un buen guiño, tomando como referencia de origen Un hombre y una mujer . Grandes personajes los de la pareja de Haneke en esa historia de amor profundo que trata del respeto a uno mismo (enlazo con Françoise y la eutanasia) a través de una última dignidad. Descansen en paz Françoise y Anouk, dos chicas eternas.