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La idea de que León puede desgajarse de Castilla ha dejado de ser líquida. Empieza a tomar cuerpo con la argamasa de las contradicciones de políticos que votaron no en su municipio y sí en la Diputación, y viceversa, a la moción que plantea la segregación de León, o, alternativamente, de León, Zamora y Salamanca y, para rizar el rizo, hasta de una hipotética unión con Asturias.

El declive de León, con una caída demográfica que no tiene parangón con cualquier provincia pequeña y una pérdida de tejido económico que dejó sin horizontes ni oportunidades a varias generaciones de jóvenes en medio de la tormenta de la globalización, son el fuelle del sentimiento de que a León no le ha ido bien en una macrocomunidad. En sus 41 años de existencia, pero particularmente desde hace 37, con los gobiernos del PP y sus aliados, la Junta de Castilla y León, lejos de procurar el equilibrio territorial, ha acentuado el desequilibrio y la desafección. Se ha llegado a añorar el antiguo centralismo de Madrid.

La pregunta¿Qué vamos a hacer tras conseguir que la Diputación votara que León se separe de Castilla?

Nunca se entendió en Valladolid, me refiero a las instituciones ensimismadas en la capital de facto, que Castilla y León son dos regiones unidad por una conjunción copulativa. Se inventaron el gentilicio castellanoleonés que poco a poco se ha ido desmontando. Y no se ha respetado la historia. Tampoco el leonesismo hace muchas veces honor a la verdad, como ocurre con toda la campaña contra los comuneros. Hay que recordar que en León también los hubo, que un canónigo leonés fue a arengar a los vallisoletanos y que María de Quiñones, esposa y madre de algunos de los condenados por la rebelión contra Carlos I, defendió a los suyos y logró recuperar parte del patrimonio que les habían arrebatado desde su refugio en el castillo de Toral de los Guzmanes.

Luego está la cuestión identitaria, que, paradójicamente, se ha reforzado con la globalización. El leonesismo tradicionalista ha dado paso a una recuperación de las señas de identidad desde todo el espectro ideológico. Debajo del polvo del carbón bajo el que se enterró a las cuencas resurge una nueva forma de mirar al mundo sin legañas.

Pensar que todos los problemas de León se van a solucionar con una nueva autonomía es un error. Pero seguir en la situación actual es una condena a muerte. Las proyecciones de población para la provincia a tan solo 15 años. León está llamado a convertirse en un territorio grande con poca gente. Revertir esta situación requiere medidas de gran calado para atraer a gente joven que desee emprender nuevas vidas en una provincia con unos recursos magníficos.

Poco se ha hecho en las últimas décadas de declive. Y la idea del Lexit solidifica. Una popular heladería de León, Holy Cow, ha creado el helado Lexit con chocolate blanco de Astorga y pistacho de Valladolid. Pero los helados se derriten con el calor. Después de la Diputación, ¿qué vamos a hacer?