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C anarias tiene, en estos momentos y en diferentes centros, más menores inmigrantes no acompañados que habitantes la isla del Hierro. Sus condiciones de vida son, en muchos casos, vergonzantes. Viven en centros que no están preparados para acoger niños, con suciedad, cucarachas, sin servicios y mal alimentados.

El presidente Clavijo ha conseguido la unanimidad de todos los grupos del Parlamento canario para instar una reforma de la Ley de Extranjería que obligue al resto de las comunidades autónomas a admitir el reparto de estos menores no acompañados. Todos menos Vox. Canarias es España, por supuesto, pero los menores te los quedas tú. La xenofobia de la extrema derecha no se mitiga con la edad del inmigrante.

Crecidos por los resultados de las elecciones y el nuevo poder en el Parlamento Europeo, se atreven a amenazar al PP con romper los pactos de gobierno en aquellas comunidades donde ocupan plaza y cargos, si aceptan la reforma de la Ley. Pero, como también están distraídos con el tema de las banderas del orgullo gay, no llegará la sangre al río. Además, han comprobado que ocupar consejerías y hacer proclamas e intentos de cambiar leyes progresistas les da visibilidad y votos.

Menos mal que, de momento, Feijóo ha dicho que apoyará la ley y el reparto obligatorio de los menores. Pese a que Ayuso, como Vox, no los quiere en Madrid.

España tiene una población claramente envejecida, la tasa de nacimientos es tan baja que no se produce el relevo generacional. Para mantener las pensiones del futuro harán falta muchas manos extranjeras como las de estos niños, a los que ahora no se quiere acoger; ademas de su derecho, inexcusable, a la oportunidad de tener una vida mejor.

Y, para ello, los gobiernos autonómicos deben, en lugar de quejarse, vigilar con mayor rigor y esmero las concesiones a empresas privadas que gestionan los centros de menores y donde los malos tratos se han denunciado más de una vez. La falta de personal preparado para atender a unos niños que arrastran los traumas de la soledad, el abandono y haber sobrevivido a una travesía en patera, hacen más difícil su integración. Cuantas más oportunidades tengan de integrarse y de recibir la formación a la que tienen derecho, mejor nos irá como sociedad. Ellos son también, mal que le pese a la derecha populista, el futuro de este país.