Diario de León

Luis del val

De extremo a extremo

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Decía Jardiel Poncela que «los extremeños se tocan», un juego de palabras que asumen con sentido del humor, tanto en los predios de Cáceres, como en los de Badajoz. Y, como podemos comprobar en las elecciones francesas, es cierto que hay confluencias en los extremos, porque los viajes largos de unos terminan en el principio de los viajes largos de otros. Francia no es el único país en el que los extremos políticos se tocan y aumentan sus votos, sino que ha sucedido algo parecido en las recientes elecciones parlamentarias de la Unión Europea.

Es curioso que mientras la extrema derecha se asocia a Hitler, cuando nos referimos a la extrema izquierda seamos más renuentes a asociarla con Stalin, ese gran comunista.

Hay que reconocer que España es una adelantada de esta tendencia, porque antes de que, en Francia, se formara la alianza del Frente Popular, Pedro I, El Mentiroso ya había recreado, en junio de 2008, el Frente Popular de 1936, aquél Frente Popular, que manipuló las elecciones que había perdido, convirtiéndose en un fraudulento ganador, y lanzó la primera piedra que tuvo como eco la cruel y terrible guerra civil.

Desde entonces, el centro sólo lo ocupa el centro derecha del PP, porque el centro izquierda del PSOE se ha pasado a la extrema izquierda de comunistas y secesionistas. Ya sé, ya sé que los secesionistas son de derechas, pero aquí, en España, siempre se aliaron con la izquierda y la extrema izquierda.

El socialismo ha desaparecido de Italia, y pierde votos, elección, tras elección, en Alemania, Noruega, Holanda, Francia, Finlandia y Suecia. Y España, claro, donde Pedro I, El Mentiroso, pierde elección, tras elección, sacando menos votos que en el recuento anterior, sean autonómicas, municipales o generales.

Lo del muro y el cordón sanitario, son consignas nacidas del laboratorio de Moncloa, que estimulan el extremismo, y funden en la misma croqueta a la derecha y la extrema derecha, cuando la croqueta de la izquierda es menos blanda, porque la socialdemocracia menguante se ha puesto al servicio del comunismo duro y del separatismo exigente. Y si Pedro I, El Mentiroso, pone cara de susto ante el avance de los extremismos, es un cínico, porque los extremismos están impulsados por sus consignas.

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