TRIBUNA
El violinista ucraniano sigue en el tejado
T ras la friolera de más de medio siglo, hoy domingo, 23 de junio, en un teatro muy cercano a la universidad de Kansas, en Laurence, con el recinto abarrotado, me he sentado de nuevo, no ya para ver la película del glorioso año de 1971, sino la genial, maravillosa comedia en dos actos, Fiddler on the roof (El violinista en el tejado). El violinista en el tejado , es una película musical estadounidense de 1971, producida y dirigida por Norman Jewison. Es una adaptación del Musical de Broadway del mismo nombre de 1964, con música compuesta por Jerry Bock, letra de Sheldon Harmik, guion de Joseph Stein y basada en historias de Holem Aleichem. La película se centra en Tevye, el padre de cinco hijas, y sus intentos de mantener sus tradiciones religiosas y culturales judías ante las influencias externas que invaden las vidas de la familia en una pequeña aldea situada en la Ucrania actual.
A lo largo de las películas, porque, en 1971 se filmaron varias, Tevye (Tobías) habla con Dios y directamente con la audiencia, Rompiendo la cuarta pared , (que como su propio nombre indica, señala la pared invisible que el director crea entre el actor y el propio espectador). En estos monólogos, Tevye reflexiona sobre la tradición, las dificultades de ser pobre, el constante temor de la comunidad judía al hostigamiento de sus vecinos no judíos y las importantes decisiones familiares: hacer frente a las acciones decididas de sus tres hijas mayores, que desean casarse por amor.
La película americana fue lanzada entre la aclamación crítica y comercial y ganó tres Premios de le Academia, incluyendo mejor banda sonora original para el arreglista-director John Williams. Fue nominada para varios más, incluyendo Mejor película, Mejor actor para Topol como Tevye, y un largo etcétera de galardones a la fama. Todo lo anterior ya es historia, recuerdos pasados de hace más de cincuenta años. Bellas e intrigantes historias de amores y desamores, revoluciones, migraciones y deportaciones.
Por otra parte, la obra de teatro en dos actos (I – II), que vi, nos remite a la aldea ucraniana de Anatevka, en el año 1905. Es una comunidad en la que conviven una población judía y una ortodoxa de manera más o menos cordial. Tevye, el lechero, intenta mantener su vida tradicional, y la de sus hijas, en un momento en que los tiempos están sufriendo cambios radicales, porque en menos de una centuria, Europa va a pasar por algunas revoluciones muy violentas, dos terribles guerras mundiales, varias guerras civiles, y otras tantas guerras coloniales.
El judío Tevye, y su mujer Golde tienen como preocupación casar a sus hijas con hombres acaudalados, con una buena herencia para terminar así con su línea de pobreza. Las tres mayores, Tzeitel, Hodel y Chava son las que más cerca tienen el matrimonio. Tevye conoce un día a un tal Perchick, un estudiante de Kiev, al que la gente de la aldea considera un radical. Para el Shabbat, Tevye le invita a su casa a cenar, y después de la cena le ofrece trabajar como tutor para sus hijas más pequeñas a cambio de manutención. Durante el tiempo de su estancia en la casa de Tevye, Perchick se enamora y matrimonia con Hodel, la mediana. Tzeitel, la mayor, se casa con Motel, un sastre amigo de su infancia que, aunque es un poco cobarde es un «buen tipo», honrado pero pobre, así que Tevye decide celebrar la boda de su hija con el sastre. Chava, que es la hija que sigue en el orden de casamiento, conoce a Fyedka, que resulta ser un amante de la literatura, enamorado de Chava. Esta última unión no será permitida por Tevye puesto que Fyedka no era judío y ya los dos anteriores compromisos habían desafiado su tradición. Esta termina casándose con Fyedka lo que significa para Tevye que su hija ‘ha muerto’. Al momento de ser exiliados de Anatevka, se reconcilian con el padre.
Mientras hoy, en la representación teatral de la obra en Lawrence, se hablaba de un Kiev tranquilo, pero el corazón de los espectadores se encogía al mencionar esa ciudad, porque hoy mismo, muy de mañana, Kiev había sido duramente bombardeada por el ejército ruso. El estruendo de las bombas, en medio de terribles llamaradas amarillas y violetas, envolvían a una mujer anónima que pasaba por la calle. De repente, la vimos caminar ligera, pero como atolondrada y desorientada como si fuera una marioneta empujada sin sentido por el poder expansivo de las bombas. El sangriento zar de todas las rusias, ahora se llama Putín.
La Ucrania ortodoxa, por una parte, dependiente de la iglesia ortodoxa rusa y la comunidad judía, celebraban las fiestas de sus respectivas religiones en paz, y respeto mutuo, y porque la pobreza rural era común, invitaba a buscar lugares en el mundo donde la riqueza estuviera al alcance de la mano. (¡Si yo fuera rico !!!), soñaban el astuto lechero Tevye y su esposa Golde, para sus cinco hijas, especialmente las tres mayores (Tzeitel, Hodel, y Chava), ya casadas, logrando para ellas buenos matrimonios, aunque solo fueran de conveniencia.
El viejo violinista (fiddler), que tocaba en el tejado, hoy, con la orquesta, volvió a deleitarnos con sus canciones, sus bailes, sus danzas y sus requiebros, en un ambiente lleno de sabores del mundo ruso-ucraniano, ante el conservadurismo extremo del mundo judío, y el empuje del mundo occidental que clamaba por una huida en busca del dorado norteamericano.
Pero la pregunta final sigue siendo la misma, lo verdaderamente importante de toda vida humana, planeado o no muy planeado, la esencia del matrimonio será siempre el amor, por lo que el matrimonio (Tevye-Golde), se preguntan el uno al otro. Do you love me? ¿Me amas? Y la respuesta emocionada de ambos es siempre la misma: yes!, ¡sí, te amo!, cantan jubilosos y enamorados. Si nos guiamos por los aplausos, la evaluación de los presentes en el teatro este domingo, 23 de junio, fue todo un éxito de público y entusiasmo colectivo. El humor y la hilaridad se mantuvieron a lo largo de la representación de principio a fin.
Con sinceridad lo digo, la aprobación para todos los actores (en total, unos cuarenta), fuel total. Aplaudimos con manos y corazón su magnífica interpretación como cantantes, actores, bailarines, al son de una orquesta compuesta por nueve músicos: piano, percusión, flauta, clarinete, trombón, trompeta, oboe, violín y acordeón, tan propios estos dos últimos de las tierras eslavo-rusas, que tanto nos cautivaron con sus canciones clásicas, folclóricas-populares. Doy fe de que el viejo violinista ucraniano seguirá en los tejados del mundo proclamando democracia y libertad.