Un año de legislatura
Dentro de unos días se cumple el primer aniversario de las elecciones que dieron lugar a esta legislatura con el calor de aquel día 23 guardando colas ante los colegios electorales. Aguantábamos el «solajero» con el mal humor lógico teniendo que interrumpir por unas horas el baño del mediodía en las playas, pero lo hacíamos con la ilusión del comienzo de una nueva etapa llena de esperanzas.
Un año de experiencia ya da indicios claros de su éxito o fracaso. El balance de estos doce meses deja muy pocos resultados agradables que reseñar. Las necesidades de acabar con la pobreza, en muchos casos rayan en el hambre de centenares de miles de personas, lo mismo que cabría decir de las deficiencias de la educación, incapaz de adaptarse a los tiempos que corren, por no hablar de la escasez de viviendas agravada por esa desproporción brutal entre los salarios que reciben las nuevas generaciones y la imposibilidad de comprar una casa o simplemente pagar un alquiler son frustraciones que se acumulan. Ha descendido algo el desempleo, pero el paro continúa estando entre los más elevados de Europa.
El Gobierno de Pedro Sánchez volcó toda su atención en acumular el poder y no dudó en hipotecarlo a los problemas del independentismo catalán: lo convirtió en tema único de interés nacional y personal, lo cual le llevó a decisiones que ponen en duda la propia Constitución. Pagó caro en promesas, en buena parte incumplidas, para sus objetivos incurriendo en la humillación.
Los independentistas, que entre los 48 millones de españoles son una minoría —digna pero en porcentaje insignificante—, se beneficiaron de indultos, amnistías y, sin embargo, todo lo han recibido convencidos de que les ha abierto el camino a sus reivindicaciones que aprovechan para denigrarnos y despreciarnos a los que defendemos estar unidos, iguales y convivir en paz. Mientras tanto, para ocupar el tiempo sobrante el presidente se volcó en la política internacional, empeñando relaciones con países amigos y adoptando medidas de apoyo indirecto a la desestabilización que genera el terrorismo internacional, incluido el abandono a algunos comunes de la política global europea.
El balance corresponde a los expertos. El resultado a la ciudadanía que lamenta la inflación en la compra cotidiana, a los agricultores que ignoran cómo salir de su desesperación y a los empresarios que se han convencido de que la sobrevivencia de sus esfuerzos solo es tenida en cuenta por los recaudadores de impuestos y los teóricos del devaluado verbo sumar.