Sánchez en el fútbol
Confieso que no me sorprendió la presencia de Pedro Sánchez, en un discreto asiento junto al canciller Scholz, en el partido España-Alemania. Sí me sorprendió algo más que la televisión oficial española le entrevistara, a él y no al seleccionador o a un jugador, en el descanso. Ahora me pregunto si, tras los resultados que puedan producirse este domingo en la Francia que cada vez es más de Le Pen y menos de Macron, Pedro Sánchez acudirá el martes al Allianz Arena de Munich a seguir la semifinal. Su presencia resultaría bastante significativa y quizá tendría que responder a preguntas más incisivas que las que le hicieron este viernes en Stuttgart.
Pues claro que un presidente de Gobierno tiene derechode ir a un partido de la trascendencia del que se jugó el viernes. Y debo decir que considero lamentables algunas campañas en redes sociales, sucias e hipócritas, acusando al jefe del Gobierno español de haberse ido al fútbol dejando «sola y desconsolada» a su mujer, Begoña Gómez, precisamente el día en el que ella acudía a declarar ante el juez.
Pero en la semifinal de la Copa en Munich, casi me atrevo a pronosticar que esta vez Sánchez no irá. O que, al menos, no pedirá allí entrevista a tele alguna. Porque, si esta vez le entrevistasen, tendría que responder a muy comprometedoras preguntas sobre la situación política en el vecino del norte, que aún vivirá, el martes del partido entre Francia y España, los ecos del apretado recuento electoral previsto para este domingo. En cualquier caso, , le preguntaría a Sánchez qué le parece ese cierre de filas de conservadores y socialdemócratas en un Frente Republicano contra el peligro de la ultraderecha, y si no convendría ir pensando en facilitar algo así en España.
Y es que tanto Gobierno como oposición en nuestro país andan especialmente cautos a la hora de analizar la espectacular evolución de acontecimientos que se están produciendo en una UE que es decisiva para nuestra supervivencia: desde las elecciones en el Reino Unido hasta las francesas.
Comprendo que los españoles, o al menos muchas de sus voces publicadas, estemos apasionados con las idas y venidas judiciales de la muy controvertida esposa de Pedro Sánchez: parece un partido a vida o muerte entre las dos Españas más extremadas, con las cuestionables –pero a mi juicio no delictivas—actividades profesionales de la desprestigiada doña Begoña Gómez en el centro de la contienda: increíble, por cierto, que salga el triministro de Justicia a defenderla frente a acusaciones que, también es cierto, provienen de fuentes poco limpias, por decir lo menos.
Pero es que don Félix Bolaños –por cierto, con algún parecido físico, pero en despeinado, con Keir Starmer, el nuevo primer ministro británico—es uno de los que se empeñan en sumarse a quienes a este paso acabarán abrasados, si todo se sigue enconando y las cosas le siguen saliendo mal al inquilino de La Moncloa, en la pira del llamado sanchismo. Puede que Sánchez se abrase, sí, aunque eso no ocurrirá ni este mes ni el próximo.
Pero, en todo caso, eso sí, quizá acabemos ganando la Copa de Europa allá en Berlín el próximo día 14. Y me parecería muy bien que allí estuviese Pedro Sánchez, ojalá que junto al Rey, y no entrevistado obsequiosamente por medio alguno.