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Apeteció un breve paseo con librillo de citas de autores célebres y se abrió al azar en las páginas de Albert Camus. Y me dije que no era mal plan ir mordiendo algunas para rumiarlas a la vuelta:

Todas las desgracias de los hombres provienen de no hablar claro... y sigue escondiendo tu intención, cazurro, por ahí llegarás al anochecer.

No camines delante de mí, puede que no te siga. No camines detrás de mí, puede que no te guíe. Camina junto a mí y sé mi amigo... el atrás, el delante, el arriba o el abajo no caben en la plabra igualdad; nadie más que nadie, insistía Camus.

Ellos mandan hoy… ¡porque tú obedeces!... ¿más claro?

La estupidez insiste siempre... tanto, que aquí la tenemos en nómina mandando emigrar al sensato y al sagaz.

Inocente es quien no necesita explicarse... y ahora ya sabe el lector qué somos más o menos los que no dejamos de esparramar palabras.

Uno no puede ponerse del lado de quienes hacen la historia, sino al servicio de quienes la padecen... además, quien la hace la escribe para que los nietos de quien la padeció la crean y ensalcen a tiranos o urracas.

Por cada hombre libre que cae nacen diez esclavos y el porvenir se ensombrece un poco más... tan cierto.

La libertad no es más que la oportunidad de ser mejor... la libertad ayusa es otra cosa: una caña y, de tapita, un Milei, no ve libertad mejor.

Toda forma de desprecio, si interviene en política, prepara o instaura el fascismo... el despreciómetro que mide el aire de estas Cortes y parlamentos de papel no cree que el fascismo venga a instaurarse, es que nunca salió de ahí del todo, tiene pensión.

Y calló Camus dando a roer dos pensamientos más sobre el asunto definitivo de esta vida, el amor: «No ser amados es una simple desventura; la verdadera desgracia es no amar» y... «Siempre nos engañamos a nosotros dos veces respecto las personas que amamos, primero a su favor, y luego en su contra»... hale, a roer.

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