Sensibilidades sectarias
Lo más parecido a un tonto contemporáneo de derechas es un tonto contemporáneo de izquierdas, y lo mismo sucede con el hombre y la mujer. La tontería hermana mucho y organiza una cama redonda, donde no terminas por distinguir en qué lado de la almohada te has puesto. Con las sensibilidades sectarias sucede algo parecido, pero en direcciones opuestas. Comento lo obvio dado que —¡por fín!— las tropas rusas invasoras de Ucrania han logrado bombardear el mayor hospital infantil de Kiev. En la II Guerra Mundial tuvo lugar el descubrimiento más miserable de todos los tiempos: atacar a la inocente población civil. A partir de ahí la épica de la milicia se ha llenado del barro más cruel y despreciable, sin que los acuerdos sirvan para detener esta deriva hacia lo más infame y rastrero. Los mandos militares obedecen órdenes de los políticos abyectos en el poder y pocos pueden hacer. Bueno, cumplir órdenes, y bombardear el hospital infantil más grande Kiev.
¿Han oído ustedes alguna protesta, por parte de las sensibilizadas y sectarias que se escandalizaban y se rasgaban las vestiduras por los bombardeos en algún hospital de Gaza? No hace falta que busquen: No. Nunca protestaron, cuando las tropas a las órdenes del tirano Putin, fueron los primeros en bombardear hospitales ucranianos, pero se pusieron casi a punto de necesitar primeros auxilios, cuando fue el ejército israelí el que hizo algo parecido en Gaza.
A mí la estúpida sensibilidad sectaria, que sólo se conmueve cuando los bellacos y viles son sus enemigos ideológicos, no me produce asombro, porque ya es un clásico, sino desprecio. ¡Qué despreciables me pareces estos apóstoles que acogen en su seno misericordioso a cualquier hijo de puta, siempre y cuando —como dijo aquél presidente de Estados Unidos— sea «un hijo de puta de los nuestros».
Y me consta que mi desprecio, y el de tantos otros, no les hace mella, porque el sectarismo es una secta encerrada en sí misma. Sólo falta ver a mi paisana, Pilar Alegría, formando parte del Gobierno más mentiroso de la reciente historia de España, acusar de mentirosa a la oposición. A mí me produce alipori, o sea, vergüenza ajena, pero la vergüenza es algo que al sensible sectario le resulta desconocida.