Diario de León

Cuerpo a tierra.   Antonio Manilla

Lucha leonesa

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Las artes marciales mixtas o MMA en sus siglas inglesas son algo así como un deporte mediante el que los humanos imitan los momentos previos al apareamiento entre machos de mamíferos que dirimen quien terminará cubriendo a la hembra. Que esto sea así no impide que a uno le atraigan bastante los porrazos que se reparten, encerrados en una jaula, esos primates hormonados y con a todas luces demasiadas horas de gimnasio como para después tener un comportamiento presentable sobre el campo de plumas de un colchón. Ellas los prefieren cachas, podría decirse, emulando a la Orquesta Mondragón, pero el «músculo» primordial es tan caprichoso y voluble que ya cantaba Loquillo aquello de «aún me queda algo con que hacerla bailar». A lo que iba es a que, a quienes nos complacen los deportes de contacto, después del que se suele practicar tumbados y del boxeo, que se rigen por unas normas humanas, no nos queda mucho más que el moderno «valetudo» este, al menos en un visionado por televisión. Con un empaquetado moderno y atractivo, con sus rituales abreviados para el consumo como nada más saben hacerlo los norteamericanos, las artes marciales mixtas muestran el camino del futuro para los deportes de contacto y lucha.

Y, llegando a donde quería desde el principio, uno se pregunta si no existirá alguna posibilidad de que ese mismo talento para convertir en espectáculo un deporte a todas luces híbrido no podría aplicarse, aunque sea poco a poco, a la genuina lucha leonesa. Ganas igual no hay, porque en todo lo tradicional abundan los puristas, pero los tiempos dictan puntos de inflexión y, aunque los aluches gozan de una salud aceptable, es probable que ese estado de bonanza no vaya a ser eterno, más que nada porque nada lo es. Comenzar a repensar nuestro deporte autóctono, dándole vueltas a la posibilidad de ir dirigiéndolo hacia unos formatos más atractivos y televisivos, no me parece una insensatez. Habrá tentativas fallidas y calles que no llevarán a parte alguna, pero si no se emprende esa modernización ahora se echará de menos un día. Hasta el fútbol, que no se baja del trono de deporte rey, se está repensando continuamente: se cambian normas, aparecen nuevos torneos y hasta se planean superligas al margen de las federaciones oficiales. Todo está en movimiento constante y, a veces, hay que cambiarlo todo para que nada cambie, como nos enseñó Lampedusa en su «Gatopardo».

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