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En ese León donde los gatos miagan, el zorro es la raposa y son venados y no ciervos, la patria se inspira en la infancia y en el huevo frito que hacía güeli en las meriendas de las tardes inmensas de julio que no acababan y siempre dejaban algo pendiente para los domingos por la tarde. Así se recoge en el canto ficticio de los leoneses, que tiene que ver más con el sentido de pertenencia a un espacio común en tierra cicatera, huraña, que quita casi siempre el doble de lo que da. A los indígenas, claro, no a los colonos. Sorprende que el porrompompón del himno arranque sentimientos comunes que parecían imposibles después de tanto sembrar cizaña entre el trigo, del que tampoco se estuvo sobrado nunca. Todo esto, sin Mameli en la mesa de mezclas, para articular gestas pretéritas y alumbrar la esperanza del mañana, como la Francia de Embapé, si se puede decir Francia de Embapé sin herir las sensibilidades del mundo woke, y entregar la emoción del recuerdo a la épica de Escipión y a la sangre que regó de puentes el salto de ríos. En León casi todo se conoce por transmisión oral; lo mismo los chismes que alientan los cainitas, del campo semántico del fango, que los versos que recuerdan que si hubo paz es porque no se hizo otra cosa que estar preparados para la guerra. No quita que se empiecen a ordenar medidas profilácticas desde el poder para evitar que las nuevas generaciones ahonden en la memoria histórica, y terminen por preguntar por la sangre a torrentes vertida, a dónde, y si fue una licencia literaria del autor; y apartar las primeras estrofas de las partituras, igual que los políticos del SPD se guardan de arrancar el canto de los alemanes por los renglones donde dice lo de über alles, y acomodan en los palcos de la Euro todo el entusiasmo nacional de la patria alemana al deseo de unidad y justicia, que son garantía de la felicidad. El über alles es un sin León no hubiera España mascullado para el cuello de la camisa. Hay que cantar el himno, aunque el himno no tenga letra. Es una enseñanza de esta convocatoria del fútbol continental que nos dejó dos detalles cumbres: el triunfo sobre Alemania para vengar la imposición de leyes que ni ellos mismos están dispuestos a cumplir (véase el carbón); y Luis de la Fuente, que tuvo que aclarar, ojo, en la Cope, que persignarse es cuestión de fe, no un tic de supersticiosos.