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La imagen triunfal de un Donald Trump levantando el puño tras el frustrado magnicidio del pasado fin de semana descoloca a los demócratas, enzarzados con las limitaciones de su candidato, moviliza a los votantes republicanos y echa leña al fuego de la polarización guerra civilista que se vive en los EE.UU. en vísperas de las elecciones del 5 de noviembre.

En esas circunstancias es meramente retórico que los dos aspirantes seniles a la Casa Blanca vayan de buenos chicos con sus llamamientos a la unidad. No solo por su esforzada contribución a las tensiones sino por sus aportaciones sobrevenidas, incluso después del atentado de Butler.

¿Una acción aislada debida solo endosable a un joven lobo solitario de confesión política republicana?

Eso dicen las apariencias. Pero en los respectivos entornos, el demócrata y el republicano, se culpan mutuamente de haber generado el clima de enfrentamiento que ha dado lugar al frustrado asesinato de un aspirante a la Casa Blanca. Para avivar la hoguera, ahí queda una reciente declaración de Biden: «Es hora de poner a Trump en la diana». Y otra de la ultraderechista Marjorie Taylor Green (una de las oradoras en la convención republicana de este lunes), que se expresó así en las redes sociales después del atentado: «Los demócratas querían que esto sucediera».

Muy fuerte, ¿verdad?, pero es lo que hay.

Así está el patio en el país que pasa por ser la meca de la democracia en el mundo, donde hasta el candidato tiroteado se lamenta de que «estas cosas» ocurran en «un país como este». Pero es precisamente en un país como este donde pueden ocurrir, si tenemos en cuenta, por ejemplo, que en lo que va de año las armas de fuego causaron la muerte de más de 20.000 personas, tanto en público como en privado, según los datos facilitados por la plataforma Gun Violence Archive.

Por eso creo que carecen de credibilidad los llamamientos de Biden y de Trump a la unidad de los estadounidenses. El propio Trump respalda el uso de la violencia y la insurrección para fines que él considera «legítimos», como asaltar el Parlamento (6 de enero de 2021) si se trata de frenar a los «enemigos de la nación». Tampoco tranquiliza la reacción de Biden en torno al debate sobre la autoría del magnicidio fallido: «Tengo mi opinión, pero no tengo datos».

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