El zarpazo invisible
Toda historia lleva dentro otras, a la manera de la matrioska. Las palabras de Morata, capitán de la Selección, pudieron sonar enigmáticas: «Si no es por Iniesta y por Bojan no hubiese jugado la Eurocopa». Fue ayudado por ambos amigos a sobrellevar la tristeza que le paralizaba, pues ellos la han sufrido. Asociamos el éxito a la autosatisfacción, pero no siempre es tan sencillo. A veces, la angustia no necesita razones. ¿Por qué algo en el interior de Ricky Rubio se quebró? ¿Por qué el actor Robin Williams ya no pudo más? Creemos entender la desesperación de Van Gogh, porque no vendía sus cuadros, pero nos sorprende en Rothko, quien había alcanzado la riqueza y el mayor reconocimiento. Sí, nada es tan sencillo. Ninguno estamos libre de ser un día alcanzados por el gran zarpazo invisible; no quiero decir que inevitablemente ocurrirá, tarde o temprano, sino de que el riesgo siempre está ahí. Nadie sabe cómo se evitarlo, pero tranquiliza saber que puedes ser ayudado si ocurriese. Nuestro paisano el actor cómico Leo Harlem proclama en un titular: «Nunca me sentí hundido porque siempre he tenido el humor». Cada uno mantiene alejado como buenamente puede al tigre de la tristeza; hay quienes consiguen alejárselo a los demás, pero no al propio. Qué bella paradoja. Podemos contribuir a salvar, pero hemos de ser salvados.
Leopoldo María Panero malvivió con sus demonios familiares, y no sé si ganó él o le ganaron. Me interesa la obra de este poeta del dolor, al que le faltó felicidad, aunque ese fuese el nombre de su madre. De él se hablará en el congreso «Marginados y malditos en la literatura contemporánea», que tendrá lugar en Astorga del 22 al 24 de este mes, organizado por este ayuntamiento y por Amigos de la Casa Panero, entre otras instituciones. Algunos conocen más alegrías de muertos que de vivos.
Me encantó la tierna naturalidad con la que el Rey propuso a la infanta Sofía coger la eurocopa, y el dulce gesto con que ella rechazó hacerlo, aunque muy posiblemente lo estuviese deseando. Fue una muestra de complicidad en el amor. Me gustó verlo, pues en las alturas también hay tigres de la tristeza. Y sí, finalmente, todos necesitamos lo mismo: tener quienes acudan a nuestra llamada.