Diario de León

Seguridad y derechos humanos   Arturo Pereira

Nuevas y difíciles realidades

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A medida que la vida avanza, los tiempos cambian, y además las sorpresas se suceden. Cosas que parecerían sorprendentes al más pintado hace cincuenta años, hoy, tras el sobresalto inicial, se comienzan a analizar para ver cómo se pueden entender. La capacidad del ser humano para adaptarse al entorno y nuevas circunstancias no conoce límite.

La Hafefobia se define como el miedo que tiene una persona a tocar a otras personas u objetos o ser tocado. Esto, no se entendería por cualquiera hace escasamente unos años, principalmente en los pueblos. ¿Nos podemos imaginar en un pueblecito cualquiera de nuestra provincia hace unas décadas a alguien regateando a sus vecinos para que no le tocasen?

Bueno… la extrañeza primero, luego la incredulidad y finalmente, con casi toda probabilidad, le dieran unos guantazos para espabilarlo. Esto último servía para atajar todo aquello que resultaba extraño o ajeno a lo cotidiano. Baste tener en cuenta que de niño, si tus padres te decían que besaras a las personas mayores cuando te las presentaban y no lo hacías, eras un morugo y te llevabas una buena reprimenda.

Esta conducta, rara, no lo vamos a negar, cada vez tiene mas adhesiones. Desconozco el motivo, pero algo debe ir mal en nosotros cuando no queremos tocar ni que nos toquen. Dicen los especialistas que las personas que son de esta manera sienten taquicardias, hiperventilación o subidas de tensión si se ven en la necesidad de tocar a alguien. Vaya lío.

Hikikomori. Otro lío. Conocido como síndrome de aislamiento. Los primeros casos estudiados se dieron en Japón. Ya es algo asumido en el país nipón. Empezaron los adolescentes encerrándose en sus habitaciones sin mantener contacto exterior, ni siquiera con sus padres dentro del propio domicilio. ¿Se puede vivir así?

La pandemia agravó la situación y apareció para quedarse una variante del Hikikomori, el Sugomori. Se trata de personas que durante la pandemia se quedaron en sus casas teletrabajando y no han querido volver a sus puestos de trabajo en el exterior. Prefieren seguir teletrabajando y evitando el estrés de tener que madrugar para coger el transporte público y andar a la carrera por la ciudad de un lado para otro.

Cualquiera de estas dos modalidades representan un deterioro en la calidad de las relaciones humanas y marcan una tendencia peligrosa de cara a la estabilidad emocional de la sociedad. Son indicadores claros de que la humanidad está girando hacia un aislamiento progresivo del individuo, y lo que parece más grave, es que nos estamos intentando convencer de que no necesitamos a los demás.

Quizás llegue el momento en el que no necesitemos a nadie; hoy al menos eso no es posible, pero si nos empeñamos, quizás con el tiempo y la tecnología lo consigamos. No sé que futuro será ese, pero yo espero no estar en él. Soy de los que se pueden denominar abrazafarolas, me encanta mirar a los ojos a la gente, dar la mano, abrazar y que me abracen. ¿Hay muestra mayor de afecto que un abrazo?

Cuando abrazas a alguien debes abrir totalmente tus brazos lo que pone en evidencia y al descubierto tu corazón. Es una posición de generosidad y nobleza, has dejado todas tus armas en el cajón, te muestras como eres.

Frente a esta tendencia al aislamiento, los ancianos japoneses están ingresando de forma progresiva en la cárcel. La razón es que la pobreza y la soledad los lleva a cometer delitos para ingresar en prisión. Algunos que han sido entrevistados afirman que así tienen un lugar en el que estar y además tienen compañía. Los delitos que suelen cometer son pequeños robos que están severamente penados en Japón. Pero esta es otra historia.

Al abrazar expones tu corazón y abandonas tus armas
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