Diario de León
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CORNADA DE LOBO GARCÍA TRAPIELLO

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Mal se sale del asombro y del escándalo tras ver la preboda de esos dos ricachos indios cuyos fastos han inundando estos días los medios del mundo entero con regueradas de lujos fastuosos e incalcanzables fantasías. ¡Por Visnú y la diosa Shiva, qué derroche y hemorragia de ostentación! Cerca de 600 millones se han gastado en los nueve prólogos (tres años necesita para devorarlos esta Diputación). Fiestas, banquetes, ropajes recamados en oro, lágrimas de emoción que eran diamantes, catarata de vidorra a todo tren, banquetes pantagruélicos, espectáculos de puro cine, artistas de caché insultante, invitados egregios, magnates (y mangantes) de todo el mundo, celebridades, pedorris de relumbrón... y mucho rendevú religioso para que la divinidad rechine envidias en sus cielos... ¿quién da más?, ¿quién dio más?... ¡ni el rajá de Rhapurtala borracho de oro y pedrería!... Todo por una boda. Todo por el yo.

Aquí la noticia se daba con retintín final y reproche de moralina recordando que India es país donde la extrema pobreza ahoga ciudades como Bombay, escenrio de la mayoría de los formidables alardes. Qué desvergüenza. Jactancia insoportable. Insulto a la dignidad. Ya, ¿pero qué hubiera sido lo digno o lo correcto?, ¿dejar ese dinero en cámara acorazada criando musgo y más dividendos?, ¿aplicar la hipocresía luterana occidental invirtiendo en quimicas, armas, minerales, combustibles?... Bienvenido el despilfarro, aleluya. Ese dinero corrió y se esparció. Vengan, pues, esos epulones fanfarrones y presumidos tirando pasta por la ventana; hay abajo mucho pueblo y operario esperando esa lluvia a la que aquí el rico avaro se niega engañándonos con su farisaica modestia. Que sí, dijo Sócrates, que gasten y malgasten corriendo los cuartos de aquí pallá. Aunque también es cierto que, disponiendo de tanto para quemar en lujos, algo pudo ir a unas escuelitas, un dispensario o caridades directas con las que de antiguo el cochino potentado lava su conciencia, aunque en ese caso también le pondríamos a parir como a Amancio Ortega.

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