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A LA ÚLTIMA rafael torres
RAFAEL TORRES

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No ya todos los gobiernos, sino todos los particulares, tienden a controlar o a limitar la información... que les es contraria. Sin embargo, no parece que exigir un mínimo de transparencia a las empresas periodísticas, bien que con el único propósito de acreditar que lo son de veras, constituya un ataque letal a la libertad de expresión, esto es, a la democracia.

Si el llamado plan de regeneración democrática presentado en esbozo por el Gobierno va por ahí, esto es, por atender a la necesidad de separar el trigo de la paja, no se ve el ataque letal por ningún sitio, pero si al socaire de esa iniciativa de pura higiene social se pretendiera discriminar a los medios desafectos, discriminarlos mediante lo que más pupa hace, retirándoles la publicidad institucional, eso ya sería otro cantar. De momento, y en tanto no se perfile con exactitud ese proyecto, lo que canta es el envenenamiento de la información con el tósigo de la propaganda, y aquí cabe tanto la de las instituciones, gobierno, gobiernos regionales, ayuntamientos, diputaciones, como la de los oscuros personajes o lobbys con intereses políticos y/o dinerarios que transfunden permanentemente sangre, o sea, perras, a medios zombis.

El título de una sección muy celebrada de La Codorniz situaba muy bien el asunto: «Donde no hay publicidad, resplandece la verdad». Cambiemos publicidad por propaganda. La prensa digna de ese nombre, sujeta a normas profesionales básicas y a códigos deontológicos, es la más necesitada hoy, al margen de que inevitablemente arrime el ascua de la información a la sardina de su línea editorial y del siempre mejorable caso que haga a esas normas y a esos códigos, de diferenciarse de aquella, indigna de ese nombre, que vive exclusivamente de la propaganda, a menos que quiera acabar homeopáticamente diluida en ella.

La prensa de verdad ama la publicidad, pues de ella en buena medida sobrevive, pero más debe amar la verdad, o, cuando menos, su búsqueda. A la prensa mercenaria, fake, la publicidad le importa poco, pues de lo que vive es de la propaganda, y la verdad, nada.