Saltarse la Constitución, peor que lo de Begoña
Mucho han cambiado muchas cosas en muy poco tiempo. Un año. Concretamente, desde aquella convocatoria de elecciones generales que fue, a mi juicio, inconstitucional, porque no se atendió al artículo 115 de la Constitución. Y eso parece más grave que lo de Begoña Gómez ¿no? Pues en este país nuestro parece que no. Recapitulemos.
Comenté esta semana al presidente aragonés, Jorge Azcón, que, desde la última vez que le vi, hace poco más de un año, han pasado no pocas cosas: entonces él negociaba con Vox la posibilidad de formar gobierno, y ahora ya ha roto con Vox: apenas unos meses separan ambos hitos. Y, cuando faltan tres días para que se cumpla un año desde que se celebraron las elecciones generales, constatamos cosas chocantes: como la de que aquel Puigdemont que antes de las elecciones iba a ser, promesa del presidente Sánchez, encarcelado, pasase a convertirse en el principal aliado del inquilino de La Moncloa para poder permanecer en ella; pero ahora ese mismo Puigdemont ha pasado a ser el peor enemigo del Gobierno, el hombre que hará todo para impedir la investidura de Salvador Illa.
Son apenas dos ejemplos, entre otros muchos posibles, de lo convulso de una Legislatura que quién sabe cómo acabará. Sí sé, empero, que empezó mal. Con una convocatoria sorpresa —en la confusión del día siguiente de la derrota de mayo de 2023 del PSOE en las elecciones municipales y autonómicas— para celebrar elecciones generales el 23 de julio de ese 2023. Consta que ‘olvidó’ Sánchez, al hacer su anuncio, naturalmente sin permitir preguntas de esa prensa que ahora quiere regenerar, convocar previamente al Consejo de Ministros para deliberar su decisión, como es preceptivo según el artículo 115 de la Constitución: muchos testimonios, y el propio último libro de Sánchez, Tierra Firme, certifican este incumplimiento, sobre el que los periodistas no pudimos interrogarle en su momento.
Lo que quiero decir es que la degradación de la moral política no se centra fundamentalmente en las presuntas trapisondas de la mujer o del hermano del presidente: ninguno de los dos acabará, pienso que con razón, sentándose en el banquillo de los procesados, y el PP, que acumula todos los misiles en ambos personajes, quizá debería tenerlo en cuenta y actuar más prudentemente en este asunto. Y, al tiempo, pensar en hacer un repaso, un dossier, ahora que se cumple un año desde aquellas elecciones que tanto han degradado la vida política nacional, para presentarlo solemnemente a la opinión pública y publicada.
Porque este año, con los enfrentamientos con y entre sí de la Justicia, con los chantajes constantes de Puigdemont, con la transgresión de leyes y costumbres, con sus sombras y también con sus luces, merece un repaso serio, severo y realista.
Así, parece algo desmoralizador que el primer encuentro del presidente del Gobierno español con el nuevo ‘premier’ británico, en el que se habló de Gibraltar, siempre Gibraltar, haya quedado opacado por el debate acerca de si Begoña Gómez debía entrar en el juzgado a través del garaje para ocultarse de las cámaras. Ni Biden y su incierto futuro, ni la señora Von der Leyen logrando un nuevo acuerdo transversal en la UE, ni el desmoronamiento de Vox, ni la amenaza de Puigdemont de entrar en España para frustrar una posible investidura de Illa tras un acuerdo con Esquerra Republicana... Todo eso es casi nada en comparación con el asunto ‘estrella’, Begoña Gómez y su entrada al juzgado por el garaje.
Es el nuestro un país curioso, que se ensimisma contemplando el dedo que señala a la luna, pero no se entera de si esta se encuentra en cuarto menguante, creciente o llena. Que mira más a la cara sombría de Dani Carvajal saludando al presidente del Gobierno que a la belleza de la copa de Europa. Lo dicho: país.