Diario de León

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Francisco Muro de Íscar

¿La regeneración era esto?

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Hace casi doscientos años, allá por 1840, la revista satírica Fray Gerundio, en una de sus «capilladas», recogía lo siguiente: «Mal estamos así, pero yo veo que estamos bien porque nosotros estamos bien de cualquier modo y también de cualquier modo estamos mal. Estamos sin gobierno y estamos como si tuviésemos gobierno porque cuando tenemos gobierno estamos como si no tuviésemos gobierno. Es verdad que cada español se siente con fuerzas para ser un gobernante mejor que otro ninguno; cada uno piensa de sí mismo con toda esta humildad».

Cantinflas, siglo XX, llegaba a la misma conclusión: «Estamos peor, pero estamos mejor. Porque antes estábamos bien, pero era mentira. No como ahora que estamos mal pero es verdad».

¿La regeneración que ahora predica Pedro Sánchez y quiere convertir en ley es lo que ha anunciado en el Congreso de los Diputados? ¿De verdad el problema son los bulos —que por cierto son tan antiguos como Fray Gerundio— y el derecho al honor —nada importante hasta que apareció el caso Begoña— y la «compra de líneas editoriales» por parte de la oposición, claro?

Si realmente el presidente quiere regenerar la vida política, debería empezar por regenerar, con consenso, los partidos políticos, todos, cuya calidad democrática deja mucho que desear; por regular las puertas giratorias para evitar que políticos sin conocimientos acaben colonizando las instituciones y las empresas públicas; por cumplir el precepto legal de que los altos cargos deben tener la preparación adecuada para acceder a ellos; por reformar la ley electoral para evitar que partidos minoritarios y con escasa representación a nivel nacional condicionen la vida política de forma radical y, si me apuran, con un sistema de listas abiertas que permita a los ciudadanos una elección responsable de sus representantes; por publicar con absoluta transparencia las reuniones que tienen el presidente y los ministros en sede oficial y, no vendría mal, las de sus familiares; por aclarar cuál es el reparto en estos últimos años de la publicidad institucional, con qué criterios y a qué medios. Sólo con estas medidas, aplicadas con carácter de urgencia, la calidad democrática subiría muchos enteros.

Hoy por hoy, el presidente ha abierto una caza de brujas contra los medios de comunicación y su vinculación con la ultraderecha, desviando la atención de los problemas reales. El presidente no aclara a qué medios se refiere, quién dicta sus editoriales, qué bulos son los que amenazan la democracia o dónde quiere poner la libertad de crear empresas periodísticas y la libertad de información. Contra todo eso se puede luchar ya con el Código Penal en la mano.

La verdad es que el presidente del Gobierno ya ha empezado la «regeneración» que propone, en algunos casos con la ayuda inestimable de su esposa. Han «regenerado» a Barrabés, al rector de la Complutense y a la propia Universidad, a los Hidalgo y Globalia, a Indra, a la Diputación de Badajoz, a Koldo, a Ábalos, a los responsables políticos de los ERE, al CIS y al inefable Tezanos, a la Fiscalía General del Estado, al Consejo General del Poder Judicial y al propio Tribunal Constitucional, a ERC y a Junts, a Bildu, incluso a Sumar. Y está dispuesto a seguir haciéndolo. Él mismo se «regenera» cada vez que lo necesita para seguir en el poder, incluso acabando con la independencia de la Justicia y el Estado de Derecho.

Bastaría con responder con transparencia a todas las acusaciones para acabar con el fango. El fango no está sólo fuera. El problema es Sánchez, sin duda, pero el problema real es el PSOE, un partido sin más norte que el ego de quien lo preside y que acepta lo que sea, incluida su propia autodestrucción.

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