Diagnóstico sin receta
E l diagnóstico está claro desde hace tiempo, con explicaciones tan manidas como el parloteo que aturulla al enfermo, con las consabidas retahílas sobre lo que provoca la dolencia. Mas sin tratamiento certero que aplicar. El mercado laboral leonés languidece en un decaimiento al que no se le adivina final, al menos uno que consuele. Menos habitantes, menos trabajadores, menos empleo. Y un porcentaje de población cotizante que está a la cola del país. Un panorama desolador, se mire por donde se mire.
Nuestro futuro pende de hilos cada vez más endebles, y se echan (mucho) de menos voces coherentes, o por lo menos animosas, que aporten brebajes vigorizantes si no para retomar ya el dinamismo, al menos para sostener el descalabro. Hablan sobre todo los empresarios y los sindicatos. Con discursos quizá coincidentes en el fondo, aunque divergentes siempre en las recetas. Es urgente hacer algo, consensúan. Ya, ya,... En la banda empresarial las críticas se vuelcan contra el intervencionismo del Gobierno y el aumento de los costes laborales en el avance de cada derecho de la mano de obra. Son las empresas, recuerdan, las que crean el empleo. Bien. Seguimos a la espera de conocer qué proponen exactamente para insuflar nueva vida a la economía leonesa. Para ser más exactos, qué proponen hacer ellos, más allá de lo mucho que exigen que hagan otras instancias.
En la bancada del sindicalismo mayoritario UGT se revuelve contra la Junta (no contra el Gobierno) y plantea que este León exhausto vuelva a las barricadas. En CC OO la solución parece fiarse a un plan de choque, evidentemente urgente, que pasa de nuevo por lo que llueve de fuera: más empleo público y más inversión.
En el plano político la cuestión del empleo se cede a instancias más altas, las más alejadas del terruño. Quizá para no poner en evidencia que la representación local allá donde se liquida cuanto reclaman empresarios y sindicatos rasca poco para poner freno al naufragio leonés. Nada comentan de cuanto acontece, como los alarmantes datos (una vez más) que desvela la EPA publicada ayer.
Es sin embargo la voz de la Universidad, y de los colegios en los que se agrupan sus profesionales, la que más sorprende con su silencio. Embarcada en las aventuras espaciales y cibernéticas, en los comercios internacionales y la biosanidad, como no puede ser menos, no es el motor de debate y respuesta cualificada que cabría esperar en esta situación. Lástima.