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LEÓN EN VERSO
Luis Urdiales

Agosto es un enero con abrigo

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No es lo mismo aguantar en agosto que resistir a enero, como el ganado lanar de las Calaveras, de arriba y de abajo, que no saldan precisamente las diferencias en la fase local del provincial de lavavajillas. Lo que quita frío, quita calor parte de la mitología leonesa que transmite a los parvulitos la escuela espartana, obligada por esa condición límite que lo rodea todo aquí, la presión, el aliento en la nuca, no respires, no te oigan, no exhales, no molestes al señor. De ahí vienen las fiestas del veraneante, réplica de las del patrón, de la virgen, las nieves, el apóstol, la cruz, que no es lo mismo que la del cristo; san Lorenzo, san Bartolo, san Juan, el degollado. La Cañamona, que apaga la luz cuando san Froilán apunta a la luna y los fatos miran al dedo, por si llueve en el Pilar. Las fiestas del veraneante convocan a los que dan cuenta de que estuvieron en León porque, ay, Dios, estos galos, en las llamadas de teléfono móvil escucharon un ruido, como que las ratas royeran el cable. Otra paradoja, caliente y frío. Para qué le llamarán móvil a esta telefonía esclava de los cables; para qué la libertad del celular si, si te mueves, no se oye ni llover. Los leoneses ya nos comunicábamos a gritos mucho antes de distinguir entre voz y datos. Nadie espera en León que la tecnología android salve a este lugar de la Tierra que no reconoce ni el Google, y se cita en la información meteorológica de la tele púbica, impúdica, como el noroeste. Así que esta guerra civil estacional en los pueblos, lo que los pedantes llaman el rural, para que nos les echen la culpa del desastre cuando lo dejen como un solar, es una capa ligera que no alivia el frío de enero que replica todo el año, ni el calderín de agosto que tiene flojera en el termostato. El reto del verano que queda inaugurado este miércoles es que la paz sea con vosotros. Que la válvula de la olla no salte por los aires al primer envite de esta suelta de furiatos dispuestos a descargar el calor con el que han horneado once meses los bollos de las frustraciones en esos lugares en los que habita, allí sí, el progreso. Se ruega encarecidamente que no cuenten lo de la manta; imprescindible para noches que entretiene la meata, hasta para taparse. No vaya a venir un agosto jodido de calor, abrigado hasta las orejas.