Una suela de zapato
La suela de un zapato delata el lugar donde mataron a tres hombres. Quizás a alguno más.
La suela de goma, bajo un castaño seco, en el Alto de las Encinas de Páramo del Sil. Por la fecha en la que los mataron, el mes de octubre de 1937 según las actas de defunción de dos de ellos que figuran en el Registro Civil, aquellos hombres asesinados y enterrados después en una fosa anónima debieron ser excombatientes de la República que, caído el frente de Asturias, volvían a casa.
No llegaron.
En los alrededores de Páramo los descubrieron, los trasladaron al Alto de las Ecinas y, después de ejecutarles, los enterraron bajo un castaño; un árbol que se ha secado después de ochenta y siete años.
En Páramo, la gente mayor sabía que allí había hombres enterrados desde la guerra. Y ha bastado retirar algunas capas de tierra para que emergiera el zapato delator.
Si los responsables de la exhumación, la asociación Sputnik Labrego y la empresa Tempos Arqueólogos, no logran identificar todos los restos, el Ayuntamiento de Páramo del Sil cederá un espacio en el cementerio municipal para darles una sepultura más digna. Con una lápida. Con unas palabras que expliquen quienes fueron. Por qué no se sabe sus nombres.
Y habrá quien se sienta incómodo porque se hable de ellos, porque se cuente su historia, porque se les entierre como se debe. Habrá quien quiera echar más tierra sobre lo que ocurrió en el Alto de las Encinas en el mes de octubre de 1937 porque ese crimen le pone frente al espejo.
Y ese es el problema de nuestro tiempo. Que no hemos asimilado nuestra historia. Que no la enseñamos en los colegios.
Y no dejan de aparecer suelas de zapato. He perdido la cuenta de las fosas de las que he escrito en este periódico. Todas en el Bierzo. La primera fue allá por el año 1997, cuando las familias de seis guerrilleros abatidos en Canedo y enterrados a las afueras del cementerio se quejaron porque el Ayuntamiento había echado asfalto sobre el lugar donde estaban enterrados para habilitar un aparcamiento.
En el Alto de las Encinas no hay asfalto. No hay alquitrán. Solo un castaño seco, esa es la metáfora, que marca el lugar donde mataron a tres, quizás a cinco hombres. Y ni siquiera sabemos los nombres de todos ellos.