Diario de León

FUERA DE JUEGO
Carlos Frá

Desvestir el santo del Castillo

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Este domingo, pasadas las tres de la tarde, me dirigía en Ponferrada con mi coche hacia el barrio de La Puebla. Me sorprendió el intenso tráfico, en una jornada y en un horario tan poco propicio, que registraba el vial que pasa por delante del Castillo. Íbamos literalmente en caravana. Casi se podría calificar de lujo para una ciudad que exhibe, como pocas, la decadencia derivada del final de la minería y de las térmicas. Ponferrada se desangra a pasos agigantados, y parecía que eran historia los atascos de circulación.

Sorprendido por esa intensidad vial en la avenida del Castillo pregunté a residentes en la ciudad. Y la respuesta fue unánime. Es que ahora es la única calle para poder bajar desde la parte alta de Ponferrada hacia el centro. Se ha desvestido un santo para vestir otro. Con ese afán liberador del tráfico se limitó a un carril en sentido ascendente la avenida de La Puebla. El vial clave de las comunicaciones de Ponferrada —que hasta hace medio siglo era literalmente la carretera que unía toda Galicia con la Meseta— ha sido cercenado. Ahora, para poder bajar desde el barrio de arriba de Ponferrada a La Puebla habría que dar unos giros que resultan totalmente disuasorios para los conductores. De ese modo, el tráfico se bascula hacia el otro puente, conocido como el Puente Nuevo, el García Ojeda, con lo que toda la circulación, incluso la más pesada, se ve condenada a pasar por delante del Castillo y de la iglesia de San Andrés, cruzando el casco antiguo y una de las áreas más pobladas por turistas. El sueño de evitar que pase el tráfico junto a la fortaleza templaria se ha convertido en pesadilla. Nunca hubo tantos coches circulando a todas horas los 365 días del año.

La herencia envenenada del anterior equipo de gobierno, que clausuró la arteria clave de Ponferrada —la avenida de La Puebla— hace que el reto de proteger el Castillo se haga más urgente si cabe. Con el complicado y polémico proyecto de túnel en juego. O, más probablemente, con alguna alternativa de ronda para hacer peatonal el lugar que sí debería haber sido prioritario, la zona conocida antiguamente como el Moclín.

Limitar los coches es fundamental, pero no a cualquier precio ni por caprichos. No vale arrojárselos al Castillo.

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