Cerrar

Creado:

Actualizado:

He estado leyendo este año numerosos ensayos sobre la comicidad. «Se habrá desternillado», me dirá el ingenuo lector. No, quia. La mayoría de los autores escribieron en circunspecto. Casi ninguno ha logrado la clase de libros que uno se llevaría a una isla desierta. Apenas hallé en sus páginas un ápice de alegría, ni siquiera mezclada con un poco de dolor. La risa no puede ser analizada con la misma metodología que un forense disecciona un cadáver, pues está viva. Ya les he hablado aquí en otras ocasiones del filósofo griego Demócrito, quien fue considerado en su tiempo lo que hoy llamaríamos un cachondo mental. Llegó a la conclusión de que nada merecía ser tomado en serio: y pasó a vivir en estado de permanente jocosidad. Todo le hacía reír, empezando por él mismo. Y además, lo suyo era contagioso. Pero todo ha de tener su medida. Seguro que a veces se puso un poco pelmazo con el descacharre, pero se me ocurren muchas maneras peores de aburrir hasta a las ovejas; y no me pidan nombres, que hoy no quiero hablar del nacionalismo. En fin, seguro que si a Demócrito le doy a leer alguno de los plúmbeos ensayos sobre lo cómico que me he leído me suelta: «mejor se los pasas a Chiquito de la Calzada». Y reiría en su fuga. ¿Perseguirlo? Demasiado calor.

Pero no todo ha sido soporífero. Releí Risa redentora (Kairos), de Peter Berger. «Una visión a la vez realista y profundamente religiosa », se informa en la solapa. Puedo identificarme con esa percepción del teólogo luterano, fallecido en 2017, pues es puro cristianismo. A partir de cierta edad, reímos de milagro. Pero a este juglar de columnas aún le parece maravilloso que gracia y Gracia se escriban igual.

No es justo que los leoneses tengamos fama de secos en el trato. No nos tiramos billetes de 50 euros por el balcón, pero ha estado recientemente en Andalucía y allí tampoco me los tiraron. Sin hacer de menos a nadie, en el periódico tuvimos un humorista genial: Juárez, cuya visión de la realidad era religiosa, y no solo por ser devoto de la Virgen del Camino. En fin, mi mujer, mi hijo y mis viejos amigos aún me hacen reír. A veces, rio al verme en el espejo. Y cuando recuerdo. Sí, es maravilloso que gracia y Gracia se escriban igual.