Diario de León
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CORNADA DE LOBO GARCÍA TRAPIELLO

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Aquel jesuíta ralentizaba cada sílaba de sus palabras poniendo voz de misterio, trueno o confidencia, según, y en su chapa se empeñó un día en meternos en la mollera la idea —que sería tan sólo aproximada— de lo que era la eternidad y, por tanto, la duración exacta de las penas perpetuas e infernales que nos esperaban por cada uno de nuestros pecados mortales. «Imaginaos, queridos niños, nos decía susurrando, que la Tierra fuese una inmensa bola de duro acero y que una hormiga de pasitos livianos fuera dando vueltas al planeta sin cesar; y que con la poca lija de su ligero roce fuera desgastando poco a poco ese acero abriendo sendero lentamente hasta irse haciendo zanjita, poco a poco más y más profunda, y cuando al fin llegara esa zanja al centro mismo de la Tierra, ese sería tan sólo el primer instante de la eternidad que seguiría después»... ¡Jodó!...

Pues bien, esa noche, ya en la cama de aquella casa de ejercicios espirituales algo pija, dormí con los brazos por fuera de las mantas, sobre la colcha, tal y como aconseja en su « Manual para jóvenes confesores» san Antonio María de Claret y Urquijo a fin de que en el inconsciente somnoliento o invitado por alguna cálida ensoñación libidinosa no se fueran las manos a la oficina genital mereciendo una eternidad torturante y espantosa. La eternidad . Qué cosa tan larga. Y todo, sólo por tocártela, «tocamiento» que teníamos que decir al confesarnos. Porque Dios todo lo ve, queridos niños... y porque « El demonio a la oreja te está diciendo: no vayas a misa, sigue durmiendo ».

Algo taraditos sí pudimos salir; cosas tan tremendas pueden hacer un costurón en la inocente conciencia culpabilizada de un crío. Aunque no hace tanto, Ámez, paisano y brillante cura, me comentó que en el Opus se obligaban a precisar el delito y que, oyendo en confesión a quien se acusaba de tocamientos con su novia o novio, había que decirle «ya, hijo mío, pero ¿sobre tela o sobre piel?». Porque no es lo mismo. Distinta intensidad. Puerta abierta al atenuante. Licenciosa casuística moral. Gran chollo.

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