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La semana política que empieza
Fernando Jáuregui

El rocambolesco regreso de Puigdemont con su ‘bomba atómica’

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La investidura de Salvador Illa como president de la Generalitat inaugura una semana de intenso voltaje. En Cataluña, claro, y en el resto de España, por supuesto. Porque nada va a ser seguramente como era hasta ahora. O sí. Le cuento: Hablo con fuentes amigas que aún quedan en Barcelona en medio de la diáspora agosteña y todas se hacen lenguas acerca del que podría ser rocambolesco regreso de Puigdemont a Cataluña, es decir, a España, acaso en las próximas horas. Sí le puedo asegurar a usted que los jueces concernidos, Llarena en primer lugar, los mossos, la guardia civil, el CNI y muchos ojos y oídos en La Moncloa y en la Generalitat están especialmente atentos a los movimientos del prófugo que promete dejar de serlo esta misma semana.

Ya hay rumores —déjeme recogerlos, por una vez— acerca de cómo entraría al Parlament, con el concurso de su presidente, Josep Rull, fiel correligionario del ‘hombre de Waterloo’: hablan de un túnel secreto cuya llave tendría Rull y de unos planos (y planes) que, en realidad, casi nadie, más allá del círculo íntimo del de Waterloo, conoce con certeza. Todo antes de que se repita aquel bochorno de las urnas desaparecidas en el referéndum ‘fake’, recuerda usted.

Puigdemont quiere ser Nelson Mandela. Entrar, montar el gran follón en la investidura del líder del PSC, tratando de que el president del Parlament la suspenda, y ser detenido allí mismo, arrastrando con su detención los votos de algunos parlamentarios de ERC, concretamente al menos el de la representante de las juventudes republicanas. Un boicot que, en las ensoñaciones de Puigdemont y de su camarilla alejada de la realidad, frenaría la investidura de Illa, forzaría, quién sabe, una repetición de elecciones y un replanteamiento de las posiciones de ERC que pactó con los socialistas, es decir, con el ahora enemigo Pedro Sánchez. Y, tras la detención y el derribo del templo del sanchismo, que perderá su mayoría en el Congreso, la liberación y el paseo triunfal del ‘ja soc aquí’ por Barcelona.

Sin duda, es un plan poco realista, la verdad, si es que es así como está trazado. Lo normal, que no siempre es lo que ocurre en la política catalana ni en la española, sería que el miércoles se aprueba la investidura de Illa y que el viernes tome posesión como molt honorable president de la Generalitat, quizá formando su Govern ese fin de semana, tal vez con Jesica Albiach, la jefa de los ‘comuns’ , como vicepresidenta. Ya digo, esto es lo previsible. Puigdemont se encargará, es de suponer, de aportar lo imprevisible.

Toda esta cohetería difuminará, con el humo, el problema de fondo, que es que, según los más reputados e informados comentaristas, el pacto del PSC (o del PSOE más bien) con ERCpara lograr investir a Illa no llegará a cumplirse tal y como está diseñado. Porque contiene numerosos elementos inconstitucionales que, aunque la Constitución no sea estos días el valor más respetado, van a dar origen a una batalla jurídica y judicial que ríase usted de la de la amnistía. Que, por cierto, sigue sin estar plenamente en vigor, porque los jueces del Supremo lo han impedido, pese a haber sido aprobada el pasado mes de mayo por la mayoría que (entonces) sustentaba a Sánchez en la Cámara Baja.

Pero lo de Puigdemont pasará. Lo que trae bajo el brazo no es una bomba atómica política, contra lo que cree, sino más bien, antes lo he dicho, un cohete. Pirotecnia. Y sospecho que La Moncloa, que está afrontando con bastante calma aparente las tempestades que ella misma provoca, ya está preparada para que las amenazas del aún parece que fugado se cumplan: retirada del apoyo de Junts en el Congreso. Pero eso, ya lo he dicho otras veces, ocurrirá a partir de septiembre, si ocurre —porque en Junts hay no poca bronca interna, como en ERC—. O sea, tras la paz vacacional, que ya se sabe amaina muchas tensiones e inquietudes y hace olvidar no pocas crispaciones. O eso esperan, al menos, en La Moncloa.

De momento, preparémonos para una semana que, más que de intensa crónica política, va a tener mucho de ‘thriller’ de suspense, con, ya le digo, túneles secretos, mossos que miran hacia otro lado, jueces que buscan y un Parlament catalán que ya se avizora como la cámara de los horrores. O de la risa. ¿Será capaz Illa de poner la brida a este caballo desbocado?