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AL TRASLUZ
Eduardo Aguirre

Las próximas lágrimas

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A veces, ganas; a veces, pierdes. Y no se trata de dos reglas diferentes, sino de la misma. Sin embargo, nada es tan sencillo. Carlos Alcaraz perdió en la final de las Olimpiadas, pero esas lágrimas suyas, su posterior «quería ganar no por mí, sino por España», brillan tanto como todas las minas del rey Salomón. Es la épica del corazón, que gana incluso pierde. Sigamos. «Me he roto», sollozó Carolina Marín en el suelo, y ha generado una corriente de afecto y de admiración, que la coloca en un podio del que ya nunca tendrá que bajarse. En ambos hechos adversos, los españoles nos hemos sentido hermanados. No es cierto que en deporte solo cuente la victoria. Como ocurre en el amor, a veces cuando ganas has perdido; otras, en cambio, cuando pierdes has ganado. Pese a la rotura, la rodilla de nuestra jugadora de bádminton Carolina es más fuerte que la del discóbolo de Mirón. Esas lágrimas suyas, esa dignidad en el llanto, el deseo de tener a su lado en aquellos momentos a su madre, han sido mucho más que una escena emotiva. El dolor de ambos nos hace sentir orgullosos de pertenecer a una patria común, que es a la vez universal. Por supuesto, todo habría sido mejor de ocurrir de otra manera, pero… ¿quién cuál es sabe el sentido último de un hecho puntual adverso? La jugadora china que se enfrentaba a Carolina, Bing Jiao, rompió a llorar al verla rota. Quizá, en un futuro para la española ese día aciago solo será un eco y, sin embargo, para su compañera china sea imborrable. En la competición deportiva, practicada con nobleza, hay rivales pero no enemigos.

Por cierto, no me gustaron los gritos de «Gibraltar, español», en la celebración de la Eurocopa. Sobraban. ¿A qué politizar? Mucho mejor sería impregnar a la política de las virtudes del deporte. No soy de los que llevo el himno de España en el móvil, pero amo a mi país y sí siento en estos días tristeza e indignación porque el separatismo gane con trampas, pues le dejan hacerlas.

El comportamiento de ambos deportistas españoles fue y es una victoria. Y a nosotros nos hicieron sentir ganadores en lo que importa. Maravillosas lágrimas, las derramadas por Carolina y por Carlos; una vez admitido esto, ojalá que las próximas sean de alegría.