‘Smartphone’
Esto no ha hecho más que empezar. Lo de las pantallas, digo. Estás en la playa de vacaciones, o en la montaña, ante un paisaje asombroso y lleno de belleza, y te entran unas ganas imparables de mirar el móvil. O haces fotos o acabas mirando las fotos de otros en las redes. Tienes delante el pico Aneto o la playa de la Lanzada en Galicia, o la playa de Genoveses en Almería, o el Empire State Building de Nueva York y lo primero que haces es desenfundar el revólver. Hay gente que esta dependencia del ‘smartphone’ le parece terrible y síntoma inequívoco de nuestra decadencia. Pero siempre hemos estado en decadencia. La historia de la civilización occidental se basa en pensar todo el santo día en que se nos viene encima la decadencia. En los colegios e institutos se ven obligados a quitarles el móvil a los alumnos. Los teléfonos inteligentes llevan escasos 15 años entre nosotros, conviene recordarlo. La gente piensa que Napoleón ya tenía uno. O que Jesucristo llamaba a Dios con un móvil.
Nos parece inconcebible un mundo sin nuestro teléfono móvil. A mí si me robaran o perdiera mi teléfono móvil me tendrían que ingresar en un psiquiátrico porque me entraría un ataque de pánico de naturaleza cósmica. Estamos en la infancia de la tecnología. Ya lo he dicho: 15 años.
Y no nos aclaramos bien con este juguete, nos pasa como a los bebés con los sonajeros. Sin embargo, a mí me parece un triunfo de la comedia humana ver a los turistas a pie de playa mirando el móvil y no la playa. La verdad es que me muero de risa, porque a mí también me pasa. Te sirven una paella espectacular y en vez de empezar a comértela le haces una foto. La realidad es poca cosa.
Y esto irá a más. Porque al fin y al cabo los mares más hermosos, las montañas más augustas, las grandes y sofisticadas ciudades, los museos más importantes del mundo no se dejan meter mano, no te obedecen, y los móviles sí. Y en el futuro harán más cosas.
Los prodigios que verán nuestros nietos son inimaginables. Ponle un wasap a Napoleón y dile que no vaya a Waterloo. Ponle un wasap a Federico García Lorca y dile que salga pitando de Granada inmediatamente. No lo ha dicho nadie todavía, o al menos yo no se lo he oído decir a nadie: la tecnología es más cómica que trágica. Los seres humanos no sabemos vivir sin adicciones. Adictos al dinero, al trabajo, al éxito, al amor, al fútbol. La vida sin adicciones nos resulta inconcebible. Si no tienes teléfono móvil, me temo lo peor, me temo que ya te has muerto. Solo los muertos no necesitan su ‘smartphone’.