Gatito lindo
Notición espeluznante: « El rescate de un gato en Carbajal de la Legua se eterniza tras cuatro días subido a un árbol. Los vecinos de la localidad asisten impotentes a los maullidos de auxilio »... ¿todos-todos los vecinos?... ¡Pordiós, qué angustia y cuánta tragedia! ¡Pobre minino y pobres impotentes vecinos que llamaron a los servicios de emergencias y no obtuvieron respuesta! (pa bajar un puto gato de un pino estamos, debieron pensar). Y aunque le ofrecían comida a ver si por esas, el gatito lindo persistía en su nanainas, tururú. Nada de bajar, prefiere que la gusa le roa las tripas antes que descender a la realidad, a su mundo, que no es el suyo, claro, sino el de sus amos (y de amas, más), categoría esta en la que cabe desde el mimosón agobiante al tiranuelo o pasota. Y a lo peor esa es una de las probables razones de su terquedad: «que no me bajo de aquí, que no, que no vuelvo a casa y a la perpetua soltería en ese piso encerrado, no, jamás». Y quizá en ese celibato impuesto (y vete tú a saber si además no lo caparon) podría residir otra razón para encaramarse en lo alto de ese pino y, así, tener más campo de visión, ampliar horizontes, porque es bien probable que pudiera decirse cantando en lástimas aquello de « yo me subí a pino verde por ver si la divisaba; y sólo divisé el polvo del coche que la llevaba ». Eso fue. Allí se encaramó por ver si divisiba alguna gatita linda. Y nada. Cuatro inútiles días esperando alguna señal en lontananza. En vano. Y ya no confía en su suerte diciéndose « la esperanza es lo último que se... perdió », como estampó en pintada en Buenos Aires algún argentino apercollado por aquel corralito financiero que le llevó a la ruina para acabar votando al poco a los Kirschner, pareja presidencial de gatos llambriones que visitaban con inusual frecuencia la despensa y las contrataciones; estar a las caídas gatunas, que se dice. En fin, cuánta tristeza la de ese gato de Carbajal, pues vivir sin gatitas ¿para qué?, que se olviden, mejor que me tiren al río o me echen a los perros... y siento dejar este mundo sin probar la gata de Facundo.