Diario de León

CUARTO CRECIENTE Carlos Fidalgo

La Gacela Negra

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La llamaron la Gacela Negra porque fue la reina de la velocidad, era afroamericana, y ganó tres medallas de oro en los Juegos Olímpicos de Roma en 1960. Su nombre era Wilma Rudolph, había nacido en Clarksville, Tennesse, y su regreso triunfal con las tres medallas, celebrado con un desfile multitudinario, se convirtió el primer acontecimiento interracial que unió a blancos y negros en aquel rincón del Sur, en los días en que la lucha por los derechos civiles sacudía los cimientos de la segregación.

El caso es que Wilma Rudolph no parecía la mejor candidata para convertirse en la mujer más rápida del mundo. Había sido un bebé prematuro. Antes de los cinco años ya había pasado el sarampión, las paperas y la escarlatina, y también había sufrido una doble neumonía. Y con cinco años cumplidos, sus padres la llevaron al médico porque tenía una pierna paralizada.

Poliomielitis, fue el diagnóstico. «No volverá a caminar», les dijo el médico.

Pero los padres de Wilma no se resignaron. Encontraron un hospital no segregado que también atendía a los negros y con un tratamiento, con ejercicios en un gimnasio y con una abrazadera de hierro en la pierna inmóvil consiguieron que Wilma volviera a andar y después, libre de muletas y de ortopedia, que hiciera deporte. Que jugara al baloncesto. Que corriera y fuera la más rápida en la pista. Resulta que la niña a la que llamaban ‘Pata de hierro’ en el patio del colegio se había convertido en la más veloz de todas.

Con 16 años ya ganó una medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Melbourne en 1956, formando parte del equipo de revelos 4 x 100. Con 18 años se quedó embarazada. Y lo que en otra atleta hubiera supuesto el fin de una carrera prometedora, no fue obstáculo para que Wilma volviera a las pistas en plenitud de forma y en 1960 ganara esas tres medallas de oro en las pruebas de velocidad.

A los 22 años se retiró. Convirtió su fama en una palanca para luchar contra el racismo y creó una fundación para sacar de la marginalidad a los adolescentes de las barriadas a través del deporte. Esa fue la Gacela Negra. Y me acuerdo de ella en plenos Juegos Olímpicos de París. Porque lo importante no es que corriera rápido, si no lo lejos que llegó cuando dejó de correr.

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