Trapío al balcón
Me pareció oportuno colocar en 1977 una bandera de León en el ventanal de la casa paterna, avenida del 18 de Julio, uy, para dar voz de trapo al balbuceante leonesismo que renacía con un Grupo Autonómico Leonés ideado en lanzadera desde el PCE (sólo algún socialista a rebufo se diría después leonesista) porque Manuel Azcárate sugirió explorar políticamente la dimensión de este sentimiento de país con Carlos Llamazares y Piluca en cabeza agitadora (y a quienes ese año entregué un talón bancario de 150.000 pesetas -un pastón entonces- que para ese fin me había extendido un rico prócer de aquí y pariente político que se cagaba en Pucela como quien come sopas). Animaba yo entonces desde la pluma y micros a que León preservara sus singularidades ante una unión con Castilla jaleada por toda la izquierdina listorra y materializada por una derechona zoqueta; nadie con escaño objetaría. Así que poner una bandera -en mástil y no sólo en colgadura- era una señal y daba la nota. Tres días después me llama de Comisaría un policía amigo con quien estudié Derecho, «han denunciado a tu casa por exhibición de bandera separatista», me dice... ¡no jodas!, ¿y eso?... lo denuncia un sanitario que vive en la otra acera... ¡pero si es la bandera de León!, le dije... y sólo exclamó ¡será cretino!, olvídate.
Seis años después, el cretino que me acusó de separatista mandó carta al director llamándome indigno traidor a León y vendido a Castilla porque acepté ser el portavoz en León de la primera Junta, o sea, que ahora el separatista era él, ¡lavirgen!, y yo un vómito del infierno. También se lució poco después un pardo concejal al acusarme de «genocida cultural» por mis risas sobre el folklorismo lirili que manoseaba un leonesismo derechizado, cazolero, moranista, pelíviris o chamorrista, en resumen, desecho de tienta no pocos. Y en las mismas hoy, décadas después, al ver a uno de los titantos entes leonesistas ofrecer banderas para colgar en ventanas. Trapío y trapo a chillar. Pero entonces tendrá Vox que denunciar separatismo... y un rato sí que nos reiremos.