Benny Hill corre hacia el Parlament
No son pocos los que, de manera reiterada, identifican a Rodríguez Zapatero con Míster Bean por las cejas. Mi conocimiento de las películas del exitoso cómico británico se limita a breves fragmentos de esos que no se logran evitar a tiempo. Pero por lo que me recuerda a nuestro inefable expresidente es por su capacidad para enredar a golpe de intentar hacer trampas.
Lo de Venezuela no tiene un pase. Quizá sirva para hacer bueno aquello de que los dictadores se catalogan con el mismo criterio que las ventosidades. Cada uno sólo aguanta lo propio.
Vivimos en un planeta en el que siguen siendo minoría los ciudadanos que cada mañana se levantan en una Democracia, con los derechos y libertades garantizados. Y por eso repugna especialmente que algunos mesiánicos sigan haciendo trampas al solitario para encontrar el lado bueno de Pinochet, de Franco, de Maduro, los castros cubanos... Forzando las cosas se acaba maquillando todo. Lo lamentable es precisamente ese afán torticero de manipular las cosas para blanquear lo que es evidentemente injustificable.
Pero frente a ese teatro del absurdo que nos llega desde Venezuela, hemos conseguido no sólo igualar la apuesta, la hemos superado con creces. España vive con ansia en algo así como un ‘aterriza com puedas’ para saber qué hará Puigdemont. Un político fugado de la Justicia. Que se fue ya que sus acciones estaban penadas por un Código Penal aprobado por el Congreso de los Diputados, donde reside la soberanía nacional.
En ocasiones se ha dicho que España es un país de pandereta. Más proclive al compadreo de La escopeta nacional de Berlanga o a Los tramposos de Tony Leblanc y Antonio Ozores. Pero lo que estamos viviendo en estos momentos se asemeja más a la TIA de Mortadelo y Filemón intentando que el fugado independentista no llegue al Parlament. O más bien a las hazañas de Esteso y Pajares, que tan bien reflejaron esa capacidad de los españoles para buscar la trampa, con ese astracaneo de los teatrillos de hace un siglo. En el máximo órgano de garantías, el Tribunal Constitucional, sólo falta Mister Bean para unas cacerías de escopeta, que sabemos que hubo en realidad con el omnipresente juez Garzón. El esperpento acaba hoy como las películas de Benny Hill... con huida y carrera... hacia el Parlament.