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Según Puigdemont, lo suyo es exilio. Alto ahí, un respeto al vocabulario del dolor. Azaña y Tarradellas sí fueron exiliados; entre otros muchos, célebres españoles o anónimos, a lo largo de nuestra triste Historia. Puigdemont es solo un huido de la justicia, como en su día lo fue el Dioni, pero sin peluquín. La del expresident es solo otra historia de fantasmas, propia de Cuarto Milenio. Hay dos mossos detenidos, por ayudarlo a escapar, uno de ellos en su coche; ya les caerán unos trienios de compensación. ¿Hay alguien a quien le haya sorprendido esta ayuda de la autoridad que debía detenerlo? Ante el bochorno de ayer, muchos españoles —los catalanes lo son— sentirían ayer ganas de retirarse a sus cuarteles de invierno, aunque estemos en agosto. No es posible llamar «normalidad política» a este carnaval de patetismos, impuesto por las minorías, y por quienes las hacen genuflexiones interesadas. Puigdemont ha gritado «Visca Catalunya lliure» y ha volado, con aleteo gallináceo. Admitámoslo, ha pasado menos peligro de ser cogido que un chuletón de Ávila en un congreso de vegetarianos; solo le faltó llevar cascabeles en los zapatos. La democracia española no se merece esta perversión de la verdad. En 2017, en las elecciones al Parlamento de Cataluña, Ciudadanos —liderado por Arrimadas— fue el partido más votado; pocas veces se ha rentabilizado menos y peor un éxito político. Todo este visto y no visto del fugado da votos a la extrema derecha. Por cierto, ahora levanta el puño cualquiera, lo hizo Trump y lo hizo Puigdemont.

La historia de nuestros exiliados es honorable, nada que ver con este chanchullo convertido en negocio personal. Y sí, ante esta vergüenza ajena que muchos sentimos, el exilio interior es un territorio tentador al que partir, ni siquiera necesitas preparar una maleta o ponerte vacunas; pero no puedes quedarte para siempre en él, salvo lo justo para recuperar fuerzas. Hay que volver al exterior y proclamar todo aquello en lo que crees. Con mi silencio que no cuenten.

¿Exiliado Puigdemont? Las aves migran, los pájaros de cuenta huyen. No es lo mismo. El expresident ha regresado a su nidito en Waterloo. Muchos no le echaremos de menos.