El verano de los cínicos
S ignificado de cínico según la RAE: Dicho de una persona que actúa con falsedad o desvergüenza descaradas.
También añade que el cinismo no es otra cosa que la desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables, descaro, desfachatez, impudor, frescura, inverecundia...
Pienso que todos estas definiciones les vienen como anillo al dedo a muchos de los actuales responsables políticos.
Nunca he visto una sinfonía de cinismo tan grande como la que ha rodeado la puesta en escena de la «aparición» de Carles Puigdemont en Barcelona, su posterior fuga junto a la actitud oficial del Gobierno, del nuevo Presidente de la Generalitat, Salvador Illa, y por supuesto de los socios de este. Por no hablar de las declaraciones estelares del ministro Oscar Puente criticando al Tribunal Supremo y anunciando que lo que el Supremo hace el Tribunal Constitucional lo deshara. Sin palabras.
En mi opinión, estos días deberíamos de asistir a un sinfín de dimisiones de los responsables directos del espectáculo Puigdemont, léase sobre todo responsables políticos y policiales. Pero con un cinismo insultante desde el Gobierno echan la culpa a los Mossos, los Mossos a que ellos no pensaban que Puigdemont pudiera hacer lo que ha hecho, los «comunes» miran hacia otro lado, los de Sumar y compañía para el otro. Todos ellos no han mostrado ni un ápice de vergüenza, acaso porque carecen de ella.
Sorprenden que al presidente de Gobierno no se le caiga la cara de vergüenza por lo sucedido.
Y ese, al que ahora califican de «payaso», es el hombre que ha logrado, a través de Pedro Sánchez, que el Estado hincara la rodilla ante él, dando lugar a la aprobación de una ley amnistía cuya constitucionalidad es más que discutible.
Sí, Puigdemont es el hombre que ayudó a encumbrar a Sánchez a cambio de que este aprobara una legislación ad hoc para favorecerle a él y a sus compañeros de aventura. Una aventura que consistio en dar un «golpe» contra la legalidad proclamando una República.
Pero, evidentemente, Carles Puigdemont sigue siendo el hombre que puede destronar a Sánchez si decidiera retirarle su apoyo, sus siete votos de apoyo en el Parlamento.
Claro que si Sánchez necesita a Puigdemont no es menos cierto que éste necesita a Sánchez: ¿dónde iba a encontrar a Puigdemont a otro político capaz de pagar cualquier precio con tal de ser Presidente?.
No, Carles Puigdemont no es peor que Pedro Sánchez. Ambos se retroalimentan porque se necesitan.