La huida de Avelino
"Soy tu prima». Esto es lo que le dijo la alcaldesa de Silleda, en Pontevedra, al alcalde de Arganza, cuando le llamó por teléfono a principios de este año. Laura Fernández, la alcaldesa, había leído en este periódico un reportaje sobre un antepasado común, también alcalde de Arganza, pero en 1936. Un hombre —Avelino Fernández se llamaba— que tuvo que esconderse de los falangistas en un montón de estiércol primero, bien tapado por su hermana Antolina; en un horno de pan, detrás de unos sarmientos, después; y finalmente en una cuba de vino para huir a Silleda, donde su hermano Isaac, dueño de una constructora y de una empresa de autobuses, le dio refugio en su casa durante los meses más peligrosos de la Guerra Civil. Así salvó la vida
«Soy tu prima», sí, le dijo Laura Fernández, nieta de Isaac, a Javier Ovalle, bisnieto de Avelino, cuando le llamó por teléfono después de leer la historia de los dos hermanos.
Y unidos por una huida, Javier Ovalle, alcalde de Arganza, visitó la semana pasada a su prima lejana Laura Fernández, alcaldesa de Silleda. En A Bandeira, pedanía que pertenece al mismo municipio gallego, Ovalle visitó la casa familiar donde estuvo escondido su bisabuelo, hasta que alguien le delató. A Avelino, que había sido fiel a la República, lo juzgaron en consejo de guerra y lo condenaron a «treinta años de reclusión perpetua», una pena que después le conmutaron a doce años, de los que cumplió seis.
Tras pasar por las prisiones de Burgos y de Santoña, en Santander, Avelino Fernández, alcalde depuesto de Arganza, de oficio cantero, regresó a su pueblo para ganarse la vida como albañil. Viudo desde antes de la guerra, el exalcalde pudo hacerse cargo de sus hijos, cuidados durante su estancia en prisión por Antolina, que lo había ocultado tan bien en el estiércol que Avelino casi se ahoga.
Hay una fotografía de Avelino Fernández rodeado de sus nietos hacia el final de su vida que conmueve. Pero el álbum familiar tiene ahora nuevas imágenes de otra generación de alcaldes emparentados. Porque tiene razón la regidora de Silleda; hay algo de justicia poética en que una historia terrible, la de la huida de Avelino a la casa de su hermano, termine con un encuentro entre dos primos que no se conocían.