Ya rueda el balón
El final de los Juegos de París acaba con ese oasis que viven cada cuatro años los otros deportes que no son el fútbol. Han logrado unos espacios en la vida social que evidencian la razón por la que es infinitamente más valioso un oro olímpico que cualquier otro logro en mundiales, europeos, nacionales... Coincide el apagón de la llama parisina con el arranque de las competiciones futboleras, tras la Supercopa de Europa de anoche, que anticipa unos calendarios cada vez más apretados, por aquello de hacer más grande esa jugosa tarta televisiva en la que los clubes pagan los ingredientes, pero a la que arriman su plato todos los estamentos federativos. Esos sumidos en una endogamia que a golpe de trafullada actúan con métodos al más puro estilo dictatorial. Ocurre en buen buena parte de los deportes, pero en el fútbol se llega a dimensiones estatrosféricas, probablemente porque maneja cifras económicas astronómicas.
El fútbol es un inmenso monopolio tolerado por el Estado, en el que se forzaron unas sociedades anónimas deportivas que nos vendieron como la gran salvación. Dijeron que ya no habría dinero público... pero siguen cobrando de autonomías, diputaciones o ayuntamientos, con concesiones exclusivas de instalaciones cuyos gastos se facturan con dinero de todos. Con las SAD se privatizó el negocio y se privó a los clubes de su principal valor, su capital humano, esa masa social que ahora es una comparsa limitada a ser el paganini para que unos pocos manejen a su antojo el cotarro. Y como dueños legítimos, cuando se cansan lo cierran o lo traspasan a todo tipo de siglas, fundaciones o fondos llegados de los países más singulares. Lo que se ha visto con los clubes españoles y sus manejos daría para una enciclopedia. La cosa estaba claro que acabaría mal y, visto el fracaso, ya se ha eliminado esa obligación de hacerse SAD al llegar al fútbol profesional.
En esa especie de Estado paralelo del fútbol, en el que se intenta por todos los medios evitar el control de la Justicia ordinaria, las prebendas son clamorosas. No hay que mirar los tres millones de euros de la mujer del exárbitro Negreira. Cualquier federativo o árbitro sabe quién está en el cotarro. Si un club tiene voto en las asambleas suelen salirle mejor las cosas en el campo... ¿Cómo entender si no que se vote a un presidente federativo empurado ? O que un club nunca descienda de Primera pase lo que pase. A lo siciliano, cada uno sabe qué hacer para no ser incómodo y que le vayan bien las cosas...