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Lo confieso, y sé que algún día deberé rendir cuentas de ello. La carne es débil: he leído la entrevista a Kiko Rivera —para mí, siempre Paquirrín— que ha publicado El Mundo. «Por Dios, Aguirre, qué dirá Cervantes», comentará mi estricto lector. Vale, bastante tengo con el remordimiento. Asegura el mozo que ha dejado todos sus vicios, aunque no especifica si entre estos figura el hablar mal de su madre. «Ya no bebo alcohol, como lechuga y todas esas mierdas. ¿Para qué despertar a la bestia?», proclama. Un día, nuestros gustos gastronómicos sientan la cabeza. No todo es muslo o pechuga, tampoco hay que hacerle ascos a la col de Bruselas, además ¿qué culpa tiene esta de lo de Puigdemont? Aún no le voy a otorgarle al hijo de la tonadillera la categoría de vecino ideal, pero algo es algo. Casi todos los santos empezaron siendo malos. El mozo pincha reguetón, pero puede terminar en el gregoriano. ¿Por qué no? La vida es hermosa y el milagro existe. Y respecto a lo de despertar a la bestia, mucho mejor dejarla que el animalito siga con su siesta. Don Quijote y Sancho eran vecinos, y este le aconsejó ya en la aventura: «Las tristezas no se hicieron para las bestias, sino para los hombres; pero si los hombres las sienten demasiado, se vuelven bestias».

Pero con quien no quisiera vivir puerta con puerta es con el expresident Puigdemont, ni en Waterloo ni en la mismísima torre Trump; además, ¿por qué a lo suyo lo llaman fuga? El Lute se fugó…. y Papillon…. y los de La Gran Evasión se fugaron, pero lo del político catalán solo ha sido timo de la estampita. No es que uno sea estirado para la convivencia vecinal, a mí no me importa que el del segundo B aúlle las noches de luna llena, ni que Tarzán llamé desde el balcón a los elefantes, ni me molestaría que Jennifer López cuando baile me mueva la lámpara… cada uno tenemos nuestras cosillas, uno mismo no ronca en tenor…

Alvise quiere ahora sortear entre sus seguidores su sueldo de eurodiputado. A él no le tendría de vecino, ni aunque me regalase billetes de 500 euros cada vez que coincidiéramos en el ascensor. Mucho más llevaderos los ruidos de Paquirrín. Al menos, este trabaja de noche. Ah, el verano, si no fuese por este calor a lo bestia….