El legado de Loach
Una de mis películas preferidas de Ken Loach es Lloviendo piedras, que realizó en 1993. Todavía no había comenzado la larga y fructífera colaboración de Loach con su guionista Paul Laverty (que es pareja de Iciar Bollaín) y el de esta excelente película se debe a Jim Allen. La idea argumental es inexorable y sólida. Un pobre hombre en paro se endeuda con un prestamista para poder pagar el vestido de la primera comunión de su hija; son católicos y para la familia es un asunto importante. La deuda la compra para su cobro un gánster de baja monta que aterroriza a la mujer y a la niña. Pero el pobre hombre resulta que no lo es tanto, tiene agallas y el matón recibe su merecido.
Con la reciente El viejo roble , de 2023, ha declarado que será el último título de su numerosa filmografía. No es su mejor película, pero se trata de una más que digna despedida, consecuente con los temas de justicia social, explotación laboral y de todo tipo que han recorrido su cine durante tantos años. La historia quizá peca de una cierta ingenuidad buenista en su canto a la solidaridad, pero no por ello queda mermada su carga de honestas intenciones. El viejo roble es el nombre de un modesto bar donde todos se conocen. El filme narra las dificultades de su dueño con la racista clientela por acoger en el local a refugiados sirios, huidos de la guerra, que buscan una mínima oportunidad.
Pero es con las dos películas anteriores a esta con las que Loach ha puesto una rúbrica de hierro a su larga carrera tras la cámara. Sorry We Missed You (2019) es el despiadado relato de una franquicia de entrega de paquetes a domicilio en la que los trabajadores no solo tienen que aportar la furgoneta, sino que cargan con todo tipo de responsabilidades y son penalizados por los problemas que se puedan presentar aunque no sean culpa suya o debidos a fuerza mayor. Creo que puede calificarse de obra maestra Yo, Daniel Blake (2016). Conmueven y enfurecen las andanzas a las que se ve obligado Daniel, un carpintero de 60 años analfabeto digital que tiene la necesidad de solicitar una ayuda pública por una lesión cardiaca y cae en la maraña kafkiana de la burocracia inglesa. Unirá sus escasas fuerzas con una pobre chica, madre de un niño, que también ha caído en el desvalimiento.
Se percibe que Loach es un hombre íntegro, amén de un rojo por antonomasia, un socialista de verdad. La calidad de su cine ha estado a la altura del compromiso político.