Diario de León

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Más parece industria veraniega de listillos que fiesta real con el pueblo en ella, pueblo relegado al papel mirón de espectador pazguato, mira qué gracia. La recreación teatrera de históricas batallas (con disfraces de ropón pedero y mercadillo al canto y al cuento) se ha ido colando como epidemia en el programa de festejos de no pocas localidades que ansían tener su guerrita gloriosa, aunque sea patraña linda o blasón cojo: romanos contra astures, moros contra cristianos, quiñones contra guzmanes, mostolillos contra napoleones, nacionales contra republicanos... Profesionales de esos cuentos y altanerías van ya de pueblo en pueblo ofreciéndose y les contratan su mascarada de jubón o coraza igual que a las orquestas con focos de colorines y cantantas de patorra al aire. El pueblo mira. Es carne de acera. La plaza ya no es suya. ¡¿De quién es la fiesta entonces? ¡Del carnaval de cota de malla, mandoble y jamelgo con gualdrapa! Ellos cobran. El pueblo paga.

Hay paradoja a menudo en esta moda. Mira la batalla medieval que recrea Villadangos del Páramo; acabó en derrota de leoneses ante hueste aragonesa, año 1111, número con que Quevedo definiría al médico al empezar también con uno, seguir con uno y acabar con uno... Además, ¿no es triste o idiota celebrar derrotas como se dice aquí de Villalar de los Comuneros olvidando a los comuneros leoneses? Puestos a celebrar fazañas, Villadangos bien podría recrear a su Santiago Matamoros , la joya artística local. A ver, se viste al alcalde de apóstol en caballo blanco arreando espadazos a un pilón de moritos o migrantes contratados. Y va y los mata. De mentiras, eh, no pasarse, que más de uno lo jalearía. Y anota: un montón de padres bélicos hacen de las guerras fiesta, ¡yupi!, justo hoy que el juguete bélico está prohido o se ve feo; ¿y no se prohibe hacer de la guerra fiesta alardeada además con largo dinero público? Creo que sus niños, angelicos, viéndoles tan felices y papones con su disfraz de ahostiarse, toman nota, gustan del guerrear y sueñan hacerlo un día... por ahí vamos, pura pedagogía.

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