Diario de León
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Casi ninguno de los supuestos peregrinos que atestan Compostela y los caminos que a ella conducen, verán la maravilla del camino. Don Antonio Machado tituló su poema compostelano «Verás la maravilla del camino», donde el poeta recomendaba al andariego del camino francés entrar en León para ir aclimatándose al misterio: «Debes entrar cuando la tarde fría/ dore un balcón de la desierta plaza». Casi ninguno de los más de trescientos mil turistas que éste año peregrinarán supuestamente a Santiago verán la maravilla del camino, pues ni se detienen en León, ni las tardes son ya frías, ni saben qué plaza es esa en la que se obra el prodigio, ni llevan a Machado en el macuto, ni, la mayoría, hace de veras, íntegro, el Camino de Santiago.

La turismofobia ha llegado a Compostela, y la ha traído la masa informe de turistas disfrazados de caminantes que braman, chillan, orinan en las calles, pintarrajean las nobles losas de la Praza do Obradoiro y vandalizan no ya las fachadas de la catedral, sino la vida de los vecinos. Se echa de ver, por tal conducta, que no vienen del camino, o bien que de una masa informe no puede esperarse otra conducta. Todo camino, todo viaje, es un viaje interior, y la masa, como, por lo demás, muchos de los elementos que la componen, no tiene interior ninguno, es como un buñuelo relleno de aire, de nada. Gritos, cantos destemplados a cualquier hora del día y de la noche, mugre, mojigangas, harapos puestos a secar en los jardines... Tal vez era así en la Edad Media, pero no había ninguna necesidad de volver a ese tiempo oscuro.

Los compostelanos, o, cuando menos, aquellos que no se lucran con la invasión, sino que con ella se empobrecen, han fijado en la ciudad carteles dirigidos al turista con pujos de peregrino, rogándole un poco de urbanidad. Uno de ellos, que alguno de los interpelados leerá de pasada, reza así: «Peregrinos, silencio. ¿Qué has aprendido del camino?» Seguramente, nada, ni siquiera aquél que se lo tomó en serio al emprenderlo, succionado y deglutido al poco por la masa. ¡Ah, turista; no verás la maravilla del camino!

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