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EL RINCÓN
Fernando Jáuregui

¿Sabe quién es la ministra de Igualdad?

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En una reciente tertulia radiofónica pregunté a mis compañeros si conocían el nombre de la ministra de Igualdad. Nadie lo conocía, y seguramente usted tampoco, de la misma manera que yo mismo tampoco lo recordaba en aquello momento. Y quizá obtuviésemos respuestas negativas al preguntar si alguien sabe quién es Sira Rego, quién es el ministro de Industria o a qué dedica su tiempo profesional doña Elma Saiz. Y tengo, claro, más ejemplos.

Conclusión: los ministros, especialmente, por supuesto, los de más reciente nombramiento, son unos ilustres desconocidos para la ciudadanía, pese a que lleven ya nueve meses funcionando. Otra conclusión: Pedro Sánchez va a tener que acometer una remodelación antes de finales de año, porque el Gobierno no funciona bien. Otra cuestión más para los titulares de este otoño que por tantos motivos será caliente.

El organigrama del actual Ejecutivo de Pedro Sánchez es un tanto absurdo, sin que sea fácil precisar a qué se dedican exactamente al menos cuatro ministros/as. Carece de sentido, por ejemplo, mezclar la inclusión, la Seguridad Social y nada menos que las migraciones (que es, por cierto, la amplia cartera de doña Elma Saiz, que ha estado tan ausente en la actual crisis de las migraciones en Canarias); claro que ha habido demasiadas ausencias a la hora de afrontar desde el Ejecutivo esta importante cuestión. Y resulta aún más difícil entender la triple cartera atribuida a un ministro, Félix Bolaños, que demasiado tendría con ocuparse de los problemas del mundo togado, que esa es otra que nos viene, o que siempre ha estado ahí y nunca bien resuelta, como se está demostrando.

Tengo para mí que Sánchez necesita dar más visibilidad a un Gobierno que en ocasiones —con el problema de Begoña Gómez, por ejemplo— más parece un club de fans del presidente que un equipo encargado de generar iniciativas y solucionar los problemas de la ciudadanía. Ha sido, en este sentido, una etapa muy mala la de los últimos meses, en los que se ha evidenciado el carácter netamente presidencialista del Ejecutivo español, con un Sánchez cuya sombra oscurece a cuantos a su alrededor se mueven. Y puede que más les valga no brillar demasiado, que aquí, el que se mueve no sale en la foto.

Y lo cierto es que algunos de los ministros más conocidos lo son por sus declaraciones altisonantes (Oscar Puente), más que por sus realizaciones, o por el carácter excesivamente polémico de la coyuntura en la que se mueven (Interior). Supongo que en algo de todo esto habrá meditado Pedro Sánchez en su silente aislamiento en La Mareta (y antes, en destino desconocido): la vicepresidenta tercera, Teresa Ribera, que tiene asignadas nada menos que tareas relacionadas con el reto demográfico y la transición ecológica, dos parcelas clave relacionadas con el Cambio que difícilmente caben en unas solas manos, irá a ocupar una comisaría en Europa. Ahora, aprovechando el hueco que deja la por otra parte eficaz vicepresidenta tercera, sería el momento de proceder a una crisis más profunda de lo que quizá a Sánchez le gustaría. Porque el Gobierno, en su conjunto, no despega.

Ignoro, claro, si Sánchez aprovechará también para remodelar el mundillo de las tres vicepresidentas, una de ellas, la de Sumar, en claro retroceso en su acogida ciudadana. Y desde la propia Moncloa se ha puesto en almoneda a uno de los ministros decisivos por sus funciones ante el Cambio, el titular de transición digital y Función Pública -otra combinación complicada de comprender--, José Luis Escrivá, al proponerle como próximo gobernador del Banco de España, rompiendo así una tradición de consenso con la oposición. Una propuesta oficial que, por cierto, no parece gustar demasiado al flamante titular de Economía, Carlos Cuerpo, quien, inexplicablemente, o no tanto, se ha convertido en el ministro mejor aceptado en las encuestas, donde solo tres integrantes del Consejo de Ministros llegan al aprobado en cuanto a conocimiento y aprobación.

Además, Sánchez tendrá que cubrir políticamente, mása a corto que a medio plazo, los frentes autonómicos en Aragón, Castilla-La Mancha y Castilla y León, la primera Comunidad en la que presumiblemente se celebrarán elecciones, y todo apunta a que los candidatos/as que La Moncloa quiere serán ministros/as que ya calientan en el banquillo: la ‘dura’ Pilar Alegría, la actual titular de Vivienda (otra cartera que habría que potenciar urgentemente) Isabel Rodríguez y la vallisoletana Ana Redondo. Quien es, por cierto, la bastante desconocida ministra de Igualdad con la que encabezo este comentario.

Los tiempos que vienen serán los de la aceleración del Cambio en múltiples frentes, con nuevos retos nacionales e internacionales. No parece muy conveniente seguir con un elenco en el que hay individualidades que llenan bastante bien el papel, pero en el que lo que proliferan son agendas vacías, falta de carisma y excesivo sometimiento a los dictados del ‘jefe’. Eso, y una inconveniente duplicidad, en casos como los de María Jesús Montero o Pilar Alegría, con respecto a las tareas del partido, lastra la eficacia de un Gobierno que acaso debería estar preparándose para retos muy diferentes a aquellos en los que todos parecen estar pensando.

Tengo para mí que Sánchez necesita dar más visibilidad a un Gobierno que en ocasiones —con el problema de Begoña Gómez, por ejemplo— más parece un club de fans del presidente que un equipo encargado de generar iniciativas y solucionar los problemas de la ciudadanía