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Más que nada, mascotas y redes mueven la sensibilidad animalista que crece tan guapamente ahora que un perrito con lazo es más de la familia que la abuela. Así los ánimos, no dejarán de crecer leyes sobre el maltrato animal (para un buen budista lo es matar una cucaracha; todo ser vivo es un pilar de la armonía cósmica). Y que de todo el parlamento colombiano sólo un diputado votase en contra de la prohibición de las corridas de toros es todo un síntoma. Pero habrá de suponerse que iguales sentimientos, tanta norma y hasta cárcel tendría que mostrarse también con el maltrato vegetal . ¿Es que no existe la esclavitud, abuso o tortura con las plantas, siendo su importancia biológica mucho mayor que la animal?... porque una planta siente... a su modo razona, es inteligente... y nos enseñaría mucho si le pusiéramos la oreja o la estudiáramos. ¿Y aún no está tipificado en el Código Penal el matrato vegetal?... Incongruente, s’esgüevó Sócrates: pues llamadla gato-planta, perro-cedro... y a lo mejor...

¿Mutilar un árbol con podas extremas no es abuso cruel?, ¿cortar una rosa no es igual que una ablación del clítoris que impide al rosal su orgasmo floral?, ¿por qué se castiga matar gatitos más que quemar un urzal?, ¿cómo se llama el dejar morir de sed una planta en tiesto o ahogarla en manías?, ¿no es todo cultivo una macrogranja vegetal?, ¿tener un ficus preso en el rincón más oscuro del salón no se entiende como maltrato?, ¿cómo no cortar las pelotas al que ataca con mososierra al milenario tejo de San Cristóbal de Valdueza?... Pero no habrá ley para atajar tanta violencia gratuita con las plantas. Quizá sea de temer excesiva casuística penal y los juzgados se atascarían de denuncias, pues podría ser delito (como el ya fijado por no aturdir al gocho antes de matarlo) el no aturdir a las hortalizas antes de arrojarlas vivas al agua hirviendo donde les espera una lenta y cruel agonía, o peor, en parrilla o brasas donde una berenjena acaba poniendo caritas de Juana de Arco. Pero no hay conciencia de maltrato vegetal. Aún no sabemos oír sus gritos de auxilio o terror.