Nos quedamos sin gorriones
No sé por qué los gorriones me producen ternura. Acuden cada mañana frente a mi casa, madrugadores ellos, a recoger la ración que les dejo. Los contemplo desde la ventana, entre las montañas infantiles y queridas. Me viene a la mente La mujer que amaba los gorriones, una novela haciéndose, según me cuenta su autor: la mujer que, en la larga soledad de la emigración americana, convoca cada día a una legión de gorriones, atraídos, lógicamente, porque allí sacian el hambre. Debe de ser duro volar durante todo el día para hacerlo, más aún cuando la escasez se impone. La mujer, ya anciana, vive su mejor momento del día, agobiada por la añoranza, las limitaciones, la reflexión y la soledad. Los gorriones son su espacio de paz y de ternura. Quizá de sueños.
Y, sin embargo, nos vamos quedando sin gorriones. Un veinte por ciento menos en las dos últimas décadas. Cada día se oyen menos sus cantos , con su propio significado. Dicen los expertos que hay varias razones para la lenta desaparición de los pardales, que así se nombran también por aquí, con una larga y curiosa serie de expresiones metafóricas, quizá por ser los pájaros más frecuentes y conocidos de nuestro entorno. Entre esas razones, la contaminación atmosférica, los ruidos crecientes, los cambios de la dieta humana… Comensales de los seres humanos, nuestra alimentación, con progresiva presencia de la llamada comida basura, no permite a estos humildes pájaros aprovechar los residuos, bajo control por otra parte. La falta de una alimentación normalizada , al margen de la disminución de ciertos cultivos tradicionales, les provoca anemia y desnutrición, y, como consecuencia… Tuvieron mala prensa en el ámbito de algunos cultivos, hasta tal punto que, por ejemplo, su exterminio en China fue una idea medioambiental desarrollada durante el gobierno de Mao Zedong. Tomó infinidad de medidas para su extinción (1958-1962), pero, a la larga, generó más problemas que soluciones: las plagas de insectos, como la langosta, asolaron entonces aquellos sembrados, generando la Gran hambruna china. Tuvieron que importar gorriones desde la URSS.
La historia de estos pequeños pájaros, cosmopolitas, de cuerpo rechoncho y pico grueso, con predominio de tonos pardos, copuladores consumados, es también larga y a veces sinuosa. El ave sagrada de la diosa griega Afrodita simbolizaba el amor verdadero y la conexión espiritual. Su lenta desaparición nos aleja un poco más de la ternura. Una pena.