Cuartel chusquero
P atrás que se me va la memoria cangreja leyendo lo que cuenta José Cabañas González (jiminiego de Jamuz y miembro de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica) sobre el cuartel que hubo en la calle de El Cid y cuyo solar es hoy Jardín Romántico al que van a meterle chulería y pastón largo. Y es que conocí bien ese cuartel por fuera en sus postrimerías. Era mi paisaje de acera de enfrente cada mañana y cada tarde durante los cinco años de primaria con que me desasnaron en las escuelas de El Cid. Y era cuartelón feo de fachada como ninguno, aunque tuvo puerta clásica de piedra robada a algún inmueble difunto y algunas señas heráldicas por haber sido antes convento de Agustinas Recoletas, acabando después en varias manos hasta ser finalmente cuartel con patio de soportal por dentro. Allí se instaló el mando militar tras el Alzamiento contra la República en 1936, en fin, de donde salían las hostias y paredones con firma de coronel y paraban los camionetos falangistas que irían de «paseo» aquella noche por su cuenta. Lo conocí acabando los años 50, ya no había acuartelados y sólo ardían en una de sus alas los hornos de los que salía el pan para todo el regimiento de Almansa y la multitudinaria tropa del campamento de El Ferral, chuscos y chuscos, pan de ración, carraos de chuscos, doce mil al día, eso calculo. Y la brisa de pan recién horneado que nos entraba por aquellos altos ventanales de la escuela embravecía los jugos de nuestro bandullo vacío a esas horas. Perfume de horno, lujuria en la nariz, chispas en el estómago. Apostados en esos ventanales se nos ofrecía también un ameno paisaje diario, el de la hilera de carros con su chorta en el pescante esperando la carga chusquera. Cada uno estaba tirado por un viejo percherón garañón jubilado del Depósito de Sementales que tanta fama dio a Almansa. Les dejaban con morral de cebada atado al morro y cuando les caía un sol oblicuo en la sesera alguno recordaba el viejo oficio y descolgaba un ciruelo brutal de cuatro cuartas. ¡Qué ojos poníamos y qué burradas nos brindaba el asunto!