Diario de León

Seguridad y derechos humanos
 Arturo Pereira

Lujo silencioso

Creado:

Actualizado:

El mundo de la moda tradicionalmente ha sido banalizado. Se le ha acusándolo de frívolo, carente de un poso reflexivo y valores que vayan más allá de la transmisión de un narcisismo supremacista. De hecho, películas como- El Diablo se viste de Prada- fueron un intento conjunto de la industria del cine y de la moda para contrarrestar la mala imagen en la que el mundo de la costura y pasarelas se vieron atrapadas.

No se escatimaron recursos y la protagonista, ni más ni menos que Meryl Streep, en el papel de Miranda Presley, la magnate de la moda a nivel mundial, hace la vida imposible a todos los que la rodean. Personifica todos los demonios que se le imputan al mundo de la moda. Pero, al final, y ahí está la moraleja de la película, se revela una mujer que lucha por encontrar la felicidad personal y que no lo consigue pues su única vocación es su pasión por el trabajo.

Un trabajo en el que proyecta todo su ser, talento y tiempo. También se descubre que tiene corazón y tras una imagen hierática forjada de mármol, hay una persona brillante y humana que nunca deja tiradas a sus colaboradoras, siempre y cuando se hayan tomado tan enserio su trabajo como ella.

Moralejas aparte, el mundo de la moda es más complejo de lo que en principio se puede suponer. Además de representar un sector productivo que genera millones de puestos de trabajo en todo el mundo, hay una psicología detrás de las distintas tendencias que todos los años hacen su aparición para regocijo de señoras y señores amantes del buen gusto y la innovación.

El componente psicológico de todo en la vida va acompañado del factor sociológico. El mundo de la moda no iba a ser menos y así lo interpretó la modelo de las pasarelas, la doctora y profesora en psicología Dawnn Karen. Durante la pandemia del 2020, aportó como una vía para intentar salir de la depresión colectiva en la que nos encontrábamos la idea de -vestirse con dopamina-

Un intento, a través de colores vivos en la ropa, de dejar atrás lo oscuro y triste. Puede parecernos algo superficial y demasiado simple, pero, para aquellas personas que hacen de su modo de vestir una forma de identificación no lo es. No olvidemos que por nuestra forma de vestir también nos definimos y nos definen, es más se nos etiqueta, a veces injustamente.

Otro impacto en la psicología global lo provocó el estreno de la película Barbie. Generó el llamado estilo de moda -Barbiecore— mucho más conocido y que ahí está como forma de identificarse con unos valores de una protagonista que ya no parecen ser tan superficiales.

Más allá de estas tendencias me ha resultado interesante descubrir , al menos para mí, otra mucho más singular y novedosa. Su propia denominación suscita aparente contradicción y curiosidad. Se trata del -lujo silencioso-. Según los especialistas, se define como una estética minimalista y sofisticada en la que el lujo se evidencia de forma sutil.

La contradicción podría venir del hecho de que el lujo y más en la moda, se acompaña de la voluntad y en algunos casos necesidad de exhibirse. ¿De qué sirve vestirse de Donatella Versace o Simon Porte Jacquemus si nadie los sabe? Hasta ahora todo eran emblemas y etiquetas de los creadores de moda en sus obras para que todo el mundo las pudiera identificar.

Ahora se trata de lo contrario. La calidad y coste se oculta tras un velo de sencillez, como si no se quisiera que se supiera la cantidad de dinero que se lleva puesto encima. La ostentación ha dado paso a una elegancia discreta. ¿Por qué? Difícil responder dado que el entramado social está diseñado para que vivamos sobreexpuestos y no quede lugar para la privacidad.

Quizás sea un intento meditado de recuperar la sencillez de la vida que hemos perdido con el paso de los siglos. Vivir el lujo sin ostentación puede servir al menos como el comienzo de una vía para recuperar nuestro yo interior. Y quizás para marcar un camino diferente a la estridencia dominante que contamina nuestras vidas.

La moda dice de nosotros lo que no nos atrevemos a contar
tracking