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El tema no da para declarar una guerra, no le demos tanta importancia al enemigo, pero a mí me servirá para escribir la columna de hoy. La revista Viajar ha publicado un ranking de los pueblos más feos de España y entre los nuestros el designado ha sido La Robla. Supina injusticia. Ganas dan de mandarles a los padrinos. No lo han concluido tras mandar a un equipo de redactores, ni siquiera han consultado a reputados feologos. Se lo ha soplado la inteligencia artificial, esa que no sabe hacer la o con un canuto. Además, para gustos los colores. Unos somos más de Ortega, otros lo son de Gasset; a unos les gusta la vaquera de Finojosa, otros somos más de Dulcinea. El canon griego siempre ha sido muy relativo. «Mi difunto marido se llamaba Leocadio y para mí no hay nombre más bonito», dirá mi lectora romántica. Sí, pero es que él se apellidaba García, que compensó algo el impacto estético inicial, y además era notario, que alivia un poco lo demás. En fin, a mí La Robla me parece un pueblo precioso, por sus propios méritos y por ser la tierra de mi amigo Nicanor. Además, no hay pueblo feo, si vive en él alguien bueno. O vivió, pues también en esto quien tuvo retuvo.

Según tal inteligencia artificial, revolución que nos quieren imponer por narices tecnológicas, el pueblo más feo de Valladolid es Alaejos. Qué disparate, ¡si son devotos de la Virgen de la Casita, nombre bello donde los haya! Pues ojo, lumbrera artificial, que allí tienen castillo fortaleza. ¿Y el pueblo más feo de Madrid? Valdemoro. Pero vamos a ver, alma de cántaro, cómo va a ser bonito un lugar cuya especialidad gastronómica son unas croquetas que llaman «cremositas». Y así con todo, una boñiga de ranking.

No niego la existencia de jerarquías estéticas, el Bernabéu siempre lucirá mejor que el Camp Nou… ¿no? Y sí, en términos objetivos, es más bonito el nombre de Robustiano que Tutankamón, de frente o de perfil. No, no hay pueblos feos, si es el tuyo. Ah, qué agostos aquellos en los que cuando no había noticias te mandaban a entrevistar a quien había visto un platillo volante. Ven fin, para nuestra madre todos fuimos el niño más bonito al nacer... hasta que llega la edad adulta y sus rebajas…Ah, la vida. Ah, la gilipollez.