La impaciencia del PP
En la reanudación del curso político los dirigentes del Partido Popular rezuman impaciencia. Se nota el hambre de balón. Tienen mayoría en la mayor parte de las comunidades autónomas y en el Senado y ése es un poder represado que presiona a la dirección nacional del partido empujando a tomar iniciativas, sabedores de que el Gobierno inicia de manera precaria un segundo año de legislatura porque no cuenta en el Parlamento con el apoyo de la totalidad de los grupos que en su día auparon a Pedro Sánchez a La Moncloa.
Por eso el Partido Popular se ha estrenado en la Diputación Permanente solicitando comparecencias a diestro y siniestro, empezando por la del presidente del Gobierno, al que han conseguido dar un susto porque a punto estuvieron de ganar la votación que le emplazaba a explicar la posición del Ejecutivo en relación con la crisis migratoria, la situación por la que atraviesa Venezuela, la fuga de Puigdemont, o para que explicara qué es lo que ha pactado con ERC—los separatistas hablan de un cupo singular para Cataluña—.
En este asunto el PP contó con el voto de Junts, amén del de Vox que fue el único partido que les había apoyado en todas las demás peticiones incluida la comparecencia del ministro de Transportes para explicar la situación ferroviaria.
Eran demasiadas cuerdas para el violín en estos primeros compases de reanudación de la legislatura y, al final, la Diputación Permanente también acabó tumbando las peticiones de comparecencias de varios ministros, evidenciando que pese a la inestabilidad de las alianzas parlamentarias del PSOE para poner al Gobierno en aprietos, de momento el PP solo cuenta con el apoyo de Vox.
Y eso significa que, aunque sea a trancas y barrancas, Sánchez va a intentar culminar la legislatura. Ante este horizonte se explica la impaciencia política del Partido Popular.