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Cinco pedruscos en la senda de la estabilidad. A saber: aplicación de la ley de amnistía, separatismo fiscal de Cataluña, el fenómeno migratorio, la corrupción en el kilómetro cero de Moncloa (presunta, por supuesto) y la desbandada de los costaleros de Sánchez. Es el pentagrama maldito de la política nacional cuando ni siquiera ha pasado un año desde que el Gobierno PSOE-Sumar se puso manos a la obra.

Es imposible caminar hacia un escenario fecundo de paz social y normalidad política con notas tan chirriantes en el pentagrama. Así que nada de extraño tiene que, en la vuelta al cole, con Frankenstein en deconstrucción y el PP al alza en las encuestas, se disparen las conjeturas sobre una eventual moción de censura de Feijóo, como aspirante, contra Sánchez, que sería el censurado.

Demasiado pronto para hacer quinielismo con ese recurso constitucional. Feijóo, único habilitado de hecho para utilizarlo, lo acaba de declarar en conversación inaugural de la temporada con Carlos Alsina: «La moción de censura está justificada, pero es inviable». Es tanto como decir que, de momento, los números no le dan para el derrocamiento de Sánchez por esa vía. Ni le darán mientras las tres fuerzas políticas implicadas en el proyecto «plurinacional» (PSOE, ERC y Junts) no se reinicien en sus respectivos congresos del otoño que viene.

De momento, los dos partidos que rivalizan en su particular carrera de sacos por la primacía del independentismo catalán, viven en la contradicción de encarecer el precio de su apoyo al Gobierno (amnistía, separatismo fiscal y PGE en juego) pero sin alinearse con el PP en una posible moción de censura. O sea, que sus escenificadas reticencias respecto al PSOE no suponen acercamiento al PP. Al menos, en ERC, cuya posición definitiva se condiciona al cumplimiento de los compromisos del PSOE (Illa canjeable por separatismo fiscal). Más claro, pero tampoco definitivo, es el distanciamiento de Junts, que ya ha expresado su malestar con Moncloa votando junto al PP y Vox contra la «senda fiscal» (techo de gasto en los PGE), la reforma de la ley de extranjería y las comparecencias parlamentarias de ministros en asuntos calientes de sus respectivos departamentos.

¿Y cómo piensa salir de esta Pedro Sánchez para cumplir su promesa de que agotará la legislatura? Previsible. No disolverá la legislatura porque saldría trasquilado. Así que, en vez de convocar elecciones, lo que convoca es el congreso del PSOE (número 41 de la serie histórica que arrancó en 1888). Debería ser el congreso de la catarsis en un partido que se ha ido desangrando ideológicamente en el disolvente sanchista. Pero me temo que será el del asentimiento, a mayor gloria de un líder cuyo sentido utilitario de la política no permite especular con otras miras que no sean las del atornillamiento al poder.